miércoles, 26 de marzo de 2014

Para querer, hay que quererse

Últimamente no he tenido tiempo para nada. Excepto para pensar. Para darle al coco siempre hay tiempo. He estado dándole vueltas a la idea del amor, pero de un amor diferente. Nada romántico ni novelesco, ni de cantares de gesta ni de Romeos y Julietas. 

El amor por uno mismo. 

Sí, ese es el que realmente vale. 

Mis amigas dicen de mí que me quiero demasiado a mí misma. Lo dicen de una forma cariñosa, nada despectiva y de ninguna forma tachándome de egoísta. Quererse a uno mismo no es malo, porque, ¿si tú no te quieres, quién te va a querer? 



El adentrarse en los abismos de la personalidad propia fue algo que aprendí de un regalo. Se pueden aprender muchas cosas de lo que otros nos dan. En este caso, fue un libro: "El camino del amor", de Eva Mengual. Fue un regalo que me hizo Silvia, de la editorial Comanegra. Todo hay que decirlo, fue una gran sorpresa. Ella encontró a Salem y quiso ser parte de este proyecto. 

Y voilà, me hizo este regalo. 

Es un libro cortito, de esos que te lees antes de dormir y que antes de cerrar los ojos ya lo has terminado. Pero en sus pocas páginas tiene mucho que contar. Y habla precisamente de esto: del amor por uno mismo. 



Quererse no es ser egoísta ni desconsiderado. No es renunciar a los complejos ni alardear de virtudes. Quererse es admirarse, estar orgulloso de quién uno es y aceptarse, con todo el paquete de defectos y virtudes. 

Llevo días intentando introducir esto en la cabeza de una persona. Ya os dije que los consejos son voluntarios, se toman o se dejan, y desde luego lo de coaccionar no va conmigo. Pero si que creo que para valorar a alguien hay que aprender a valorarse a uno mismo. Y para querer, tres cuartos de lo mismo. 



Creo que no hay dos personas iguales, pero que no somos tan diferentes. Que los defectos de unos pueden convertirse en virtudes en los ojos de otros. 

Creo que para volar no hacen falta alas, ni para soñar, estar dormido. Creo que a veces es necesario cambiar la perspectiva porque la cumbre puede estar al alcance de tu mano. 



Creo que si quieres, puedes. Creo que no querer dormir solo no es lo mismo que querer dormir acompañado. Creo que el amor puede estar bien pero si sabes cómo usarlo.

Creo que la vida consiste en pasárselo bien y en encontrar el lado bueno de las cosas. Creo que la satisfacción personal vale todo el esfuerzo. 



Creo que cada día podemos ser más felices que el día anterior. Creo que recorrer el camino acompañado es más fácil que hacerlo en solitario y que las cuesta arriba también son cuesta abajo.

Creo que lo imposible deja de ser posible cuando te niegas a reaccionar. Creo que las quejas no son más que la materialización de nuestra inconformidad. 



Creo que la actitud es todo y que sin ella, no somos nada. Creo que hay que creer en uno mismo antes de creer en nada más. 

Creo que ya puedo decir que te quiero porque he aprendido a quererme.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Para que tú, homicida, aprendas

Me indigno. Doy patadas. Vomito. Grito. Chillo. Y vuelvo a gritar. Incluso alguna lágrima despistada cae sin remedio. Se ha cometido un asesinato con premeditación y alevosía. Han matado a Afrodita, Cupido y a toda su prole. 

Con dos cojones. Sí, sí. Con dos cojones van e inventan una aplicación para el móvil (o app, para los más modernizadamente tecnológicos) cuya función es, nada más y nada menos, que escribir mensajes de amor a la pareja, ligue, royito, esposa o amante. 

Pero no en plan Movilisto y sus 7777, que de lo ñoños que eran incluso te hacían gracia. Nada de a la antigua usanza. Estos van en serio, en plan plagio, falta de imaginación y falta de todo.

(No diré el nombre, eso es publicidad y no promocionaré algo perverso)



Esta última cornada, junto con el emoticono sidoso con corazones en los ojos, ha sido la estocada final para terminar de matar el amor. Así es. No me siento orgullosa de dar la noticia pero, señores, el amor ha muerto. Ha sido asesinado a manos de frívolos insensibles que se rindieron en la búsqueda de su media naranja, exprimieron a su medio limón y ahora pretenden acabar con todos nosotros. 

Movilizo a la población a favor del amor, del romanticismo shakespeariano y de todo lo que acabe con un "y fueron felices y comieron perdices". 

Y empiezo abriendo camino.

Esto es lo que yo quiero escuchar. (Y a ver si alguno se aplica el cuento).



Hola tú, querida tú.

Llevo un rato en el coche, conduciendo a la deriva y me faltas tú desafinando a mi lado. Los viajes se hacen cortos cuando te da por cogerme la mano y agarrarla con fuerza. Supongo que así te sientes más segura y yo, cafre, siempre la quito. 

Creéme, disfruto de su tacto casi más que de cualquier cosa, pero no más que de tu cara de enfado. Me gusta ver cómo frunces los labios y cómo la vena de tu cuello cobra vida propia. 

Te cuesta estar enfadada conmigo y eso lo aprecio tanto como a tu persona. Soy cafre, cabezota y es bastante improbable que alguien haga las cosas peor que yo, pero ahí estás tu, con tu paciencia infinita y tus ganas de abrazarme. 

¡Y benditos abrazos! Me devuelven a la vida y al mismo tiempo me sumen en un delicioso trance. 



Dices que soy hielo y piedra con un toque de moho, pero me citas a Marea y haces que si soy piedra da igual, tu serás pedregoso camino. 

Porque todo lo haces fácil y siempre tienes algo que decir. No cierras la boca y sé que es tu estrategia para que sea yo el que eche el cerrojo.


Si supieras cuántos mensajes te he escrito y cuántas veces los he vuelto a borrar... Ya no sé qué decirte para llamar tu atención. De una forma inmadura e infantil, quizá un tanto egoísta, quiero asegurarme que piensas en mí. Solo en mí. 

Tardo en dormir. Es llegar a la cama y qué guarrada sin ti. 

Y aquí me ves otra vez, escribiéndote sin utilizar emoticonos, pensando cada palabra y que cada una nazca de mí, con algún toque de inspiración extrema



Mi imaginación llega a su fin. Tengo mucho más que decirte pero no encuentro las palabras. Creo que no las hay, y me va a tocar inventarlas. O eso, o las canjeo por besos y abrazos. 

Solo te puedo decir que no hagas planes durante los próximos 200 años; pienso tenerte entretenida el resto de tu vida.