Cuando empecé a escribir este blog lo hice por un motivo: para recordarme a mí misma que nunca, nunca tengo que dejar de ser yo misma.
A la mierda la sociedad y todos los que pretenden que seamos algo que no queremos ser, y que no nos da la real gana de ser.
Lo primero que pudisteis leer aquí fue una oda al verano, un adiós a la persona que eres.
Hoy me retracto de mis palabras y os animo a ser vosotros mismos, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad y hasta cuando algún mago de mala muerte decida cortaros por la mitad.
1) Sé tú mismo porque nadie lo va a ser por ti. Crea tu propia esencia, tu lugar en el mundo, tu huella en otros. Difunde tu marca personal, pasa inadvertido si te da la gana, pero que te recuerden por ser tú mismo, no la imitación barata de un channel descosido. Básicamente, nadie quiere una copia pudiendo tener el original.
2) Quien se enamore de ti merece saber la verdad. Merece saber que tienes la manía de dejar la ropa doblada y que siempre te dejas las luces encendidas. Merece ver tu cara detrás de tanto maquillaje y merece saber que enamorándose de ti se arriesga a ganarte.
3) Ser uno mismo no significa renunciar al reggeton y empezar a escuchar cantautores de guitarra y sombrero borsalino. Ser uno mismo implica escuchar lo que más te guste, sea Mozart, Pitbull, Nirvana o Carmen Boza.
Lo mismo pasa con el cine. Ser uno mismo no es evitar las películas americanas a toda costa porque pecan de comerciales. Ser uno mismo es ver lo que te apetezca, la hayan visto un millón de personas o dos mil.
5) Ser uno mismo es defender tus creencias, tus vivencias y tus opiniones pero aceptar que puedes estar equivocado. Sé tú mismo para que nadie te pueda decir lo contrario, para poder defender tus convicciones y para poder reconocer cuando cometes un error.
Sé tú mismo para que tus aciertos sean tuyos y de nadie más. Sé tú mismo para que la victoria lleve tu nombre.
jueves, 24 de abril de 2014
miércoles, 16 de abril de 2014
5 razones por las que ellas viven en Hollywood
1. Desde pequeñas nos acostumbraron a las princesas Disney, y nos enseñaron que lo que ahora conocemos como piratería, pura y dura, constituía "un delito tipificado en el artículo 534 del Código Penal".
Y bajo esa advertencia y sin saber con exactitud qué significaba no apartábamos la vista de la pantalla.
Y tras el mágico castillo Disney, una princesa -o aspirante a ello- conocía a su príncipe azul cantando con voz de ganadora de OT y con pájaros de bello plumaje aleteando a su alrededor.
Ellos soñaban con ser futbolistas y nosotras con ser princesas. Y todo empezó por ahí.
2. Y todo sigue. Porque de Disney pasamos a las comedias románticas de adolescentes sufridos cuya única preocupación es el baile de fin de curso, o en su defecto el baile de primavera. Y, por supuesto, conseguir una pareja decente para este acontecimiento planetario.
Porque, todo queda dicho, aquí en España lo más cercano que tenemos son las puestas de largo, pero en estas celebraciones más propias de niñas pijas que del populacho, da igual ir sólo o mal acompañado, los bailes lentos son cosa del guateque o, efectivamente, de las películas de Hollywood.
Nos hemos vuelto a cargar el romanticismo. Ahora, en días de Pitbull y Rihanna, lo más parecido a bailar pegados es sacar culo y arrimarse indecentemente al ritmo de Daddy Yankee y Don Omar.
Pasamos del romance a la obscenidad. Y nos quedamos tan anchos.
3. Y luego llegaron las películas de índole universitario. Desconozco las universidades más allá del Atlántico, pero que alguien me explique por qué aquí no podemos molar tanto. Cartas de admisión apiladas sobre la mesa, ¿qué será? ¡OMG, me han aceptado en Harvard! ¡Voy a ser la repera limonera!
Y aquí, nos joden con Bolonia, nos toca ir a clase a mirar a las musarañas (o al techo, que he leído que es una de las actividades más populares durante momentos de severo aburrimiento) y quien no ha gozado de este plan de estudios tan innovador, mataba las horas jugando al mus.
Pero, cómo no, en las pelis románticas llega el pardillo de turno a una universidad de gran prestigio nacional, internacional y, por supuesto, planetario, y, aprovechando su segunda oportunidad en la vida, conquista a la más exitosa y sofisticada antigua cheerleader.
4. Porque siempre es igual. Todo va fenomenal hasta que uno de los dos, o los dos, la cagan, meten la pata y cada uno va por su lado, sin dramas pero con el corazón destrozado. Pero de una forma u otra siempre termina en final feliz.
Alguno de los dos acaba llamando a la puerta o corriendo detrás del taxi -amarillo, of course- o, por si no fuera algo que todos hemos hecho alguna vez, siempre queda eso de montar el numerito en el aeropuerto.
Y da igual el motivo del enfado, todo se arregla y llegan los créditos.
Tendríamos que tomar nota y dejar de esperar que alguien venga corriendo detrás con disculpas, palabras de amor y lágrimas de cocodrilo, para empezar a pensar en que todo pasa, después de la tormenta viene la calma y que siempre se puede tener un final feliz, por lo menos hasta los créditos.
5. Como si de una bebida energética se tratara, las películas románticas crean en el espectador -seamos realistas, general y mayoritariamente espectadoras- una sensación de alegría intensa, de esperanza y de proyección personal.
Porque, ¿quién no se ha visto reflejada alguna vez en Julia Roberts? Durante un par de horas te olvidas de que el tío de turno no te ha llamado y te involucras tanto que nada existe más allá de la pantalla.
Y, sin más, eres feliz. Por lo menos hasta los créditos, cuando te das cuenta que todo aquello no tiene por qué pasar, pero, lo que no sabes, es que a veces pasa.
Y bajo esa advertencia y sin saber con exactitud qué significaba no apartábamos la vista de la pantalla.
Y tras el mágico castillo Disney, una princesa -o aspirante a ello- conocía a su príncipe azul cantando con voz de ganadora de OT y con pájaros de bello plumaje aleteando a su alrededor.
Ellos soñaban con ser futbolistas y nosotras con ser princesas. Y todo empezó por ahí.
2. Y todo sigue. Porque de Disney pasamos a las comedias románticas de adolescentes sufridos cuya única preocupación es el baile de fin de curso, o en su defecto el baile de primavera. Y, por supuesto, conseguir una pareja decente para este acontecimiento planetario.
Porque, todo queda dicho, aquí en España lo más cercano que tenemos son las puestas de largo, pero en estas celebraciones más propias de niñas pijas que del populacho, da igual ir sólo o mal acompañado, los bailes lentos son cosa del guateque o, efectivamente, de las películas de Hollywood.
Nos hemos vuelto a cargar el romanticismo. Ahora, en días de Pitbull y Rihanna, lo más parecido a bailar pegados es sacar culo y arrimarse indecentemente al ritmo de Daddy Yankee y Don Omar.
Pasamos del romance a la obscenidad. Y nos quedamos tan anchos.
3. Y luego llegaron las películas de índole universitario. Desconozco las universidades más allá del Atlántico, pero que alguien me explique por qué aquí no podemos molar tanto. Cartas de admisión apiladas sobre la mesa, ¿qué será? ¡OMG, me han aceptado en Harvard! ¡Voy a ser la repera limonera!
Y aquí, nos joden con Bolonia, nos toca ir a clase a mirar a las musarañas (o al techo, que he leído que es una de las actividades más populares durante momentos de severo aburrimiento) y quien no ha gozado de este plan de estudios tan innovador, mataba las horas jugando al mus.
Pero, cómo no, en las pelis románticas llega el pardillo de turno a una universidad de gran prestigio nacional, internacional y, por supuesto, planetario, y, aprovechando su segunda oportunidad en la vida, conquista a la más exitosa y sofisticada antigua cheerleader.
4. Porque siempre es igual. Todo va fenomenal hasta que uno de los dos, o los dos, la cagan, meten la pata y cada uno va por su lado, sin dramas pero con el corazón destrozado. Pero de una forma u otra siempre termina en final feliz.
Alguno de los dos acaba llamando a la puerta o corriendo detrás del taxi -amarillo, of course- o, por si no fuera algo que todos hemos hecho alguna vez, siempre queda eso de montar el numerito en el aeropuerto.
Y da igual el motivo del enfado, todo se arregla y llegan los créditos.
Tendríamos que tomar nota y dejar de esperar que alguien venga corriendo detrás con disculpas, palabras de amor y lágrimas de cocodrilo, para empezar a pensar en que todo pasa, después de la tormenta viene la calma y que siempre se puede tener un final feliz, por lo menos hasta los créditos.
5. Como si de una bebida energética se tratara, las películas románticas crean en el espectador -seamos realistas, general y mayoritariamente espectadoras- una sensación de alegría intensa, de esperanza y de proyección personal.
Porque, ¿quién no se ha visto reflejada alguna vez en Julia Roberts? Durante un par de horas te olvidas de que el tío de turno no te ha llamado y te involucras tanto que nada existe más allá de la pantalla.
Y, sin más, eres feliz. Por lo menos hasta los créditos, cuando te das cuenta que todo aquello no tiene por qué pasar, pero, lo que no sabes, es que a veces pasa.
miércoles, 9 de abril de 2014
De romances fugaces y amores en bucle
Fase 1. Un placer coincidir en esta vida
Tu intención al entrar por la puerta nada tiene que ver con lo que está pasando. Todo ha empezado con dos besos, y ni siquiera te has quedado con su nombre, pero se ha sentado a tu lado y de repente ahí estás, riendo como una tonta.
Bebes mientras le escuchas y las dos copas de más que llevas encima hacen que no sientas reparo alguno al comentar su jugada. Es simpático y te quedarías ahí sentada, escuchándole hablar de la vida, de la buena música y de lo que se rió al ver a Dani Rovira en "8 apellidos vascos".
A ti la peli te gustó, pero no le dices mucho más. No sabes por qué. ¿Has visto? Te sirves otra copa más y él sigue hablando sin parar. Pero te ha caído bien, aunque sigues sin saber su nombre. Más que no saberlo, es que no te acuerdas.
Te ha arrastrado una amiga y tú, en realidad, querrías estar bajo manta, con un bol de palomitas y viendo alguna comedia romántica, de esas que se alejan de la realidad más que cualquier película de George Lucas.
Pero aquí estáis. Y te ha alegrado la noche. Gracias. Un placer. Me voy, otro día coincidimos.
Fase 2. Tontorroneo
Y vamos, y venga, y la noche acabó con copas de más y algún recuerdo de menos. Y amanece el día con un mensaje divertido. Hola, soy, te acuerdas, no, sí, bueno, déjame quitarme las legañas y la resaca, sí, el de ayer.
Y mira tú qué bien, piensas. Contestas, no vas a ser maleducada. Y un "¿Qué tal acabó la noche?" lleva a un "¿Qué plan tienes hoy?" y a pensar que es sábado y que tus amigas estarán bajo manta pero con compañía suficiente.
Y después de varias citas, de un par de visitas al trabajo a la hora de comer, de dos y tres horas al teléfono antes de dormir y de más conversaciones de whatsapp de las necesarias, sobran las palabras, pero aquí se cuece algo.
Fase 3. De fechas, cenas, cines y paseos
Ya ha terminado la cocción y os lo estáis comiendo. Habéis quedado más de dos días, y de tres, y de cuatro. Y fugazmente te ha presentado a su tía y a un par de primos. Los sábados salís a cenar y te recoge en su todoterreno los días que sale pronto.
Y tú, la verdad sea dicha, estás encantada. Ya te presenta como su novia y, aunque habéis omitido esa conversación, todo se da por hecho. A ti no te apetece retozar bajo la manta con nadie más. Y supones que a él tampoco.
Te ha traido flores y dice que hoy es un día especial.
Fase 4. Te quiero
Vale. Ya está. No hay vuelta atrás. No hay remedio. Ha soltado la bomba. Y tú te has quedado sin reaccionar. Te ha vuelto a dibujar una sonrisa y tú la desdibujas soltado lo de turno, que tú también.
Y ya todo empieza. La carrera hacia no se sabe dónde y por no se sabe qué; pero ahí vais, viento en popa a toda vela. Te ríes, pasan los días y te ríes todavía más, y pasan cosas feas pero ahí estáis, los dos, él contigo y tú con él.
Y no quieres que eso acabe nunca. Y nunca no es suficiente. Y quieres más y más y más...
Fase 5. ¿Y quién c*** es esa?
Una amiga. ¿Una amiga? Él no tiene que saber qué es eso. Tú eres su amiga, la única mujer no consanguínea con la que tiene que tener una relación. Tú, tú, tú.
No tiene que escribirle a las 12 de la noche el día de su cumpleaños. Está contigo y ella lo sabe. Y él va y contesta. Simpático de la muerte. Y eso último es lo que le va a llegar como siga jugándotela así.
Lo mío es mío y no lo toca nadie.
Fase 6. No soy fácil, lo siento
«Sé que me he pasado, que los platos rotos no son excusa y que mis uñas en tu rostro tampoco. Te pido mil perdones y que olvides mis gritos por nada y mis lloros por todo.
Estoy aquí contigo, soy yo, más allá de mi locura y de mis arrebatos de histeria. Pero entiéndeme, me pueden las ganas locas de tenerte, de no alejarte de mí y como dice Fito, "lo más lejos a tu lado"»
Fase 7. Te perdono
«Te lo perdono todo. Tus gritos y tu histeria, tu malestar y malvenir. Porque después de todo lo malo viene todo lo bueno, viene la reconciliación permanente y los corazones en el baño. Después de los gritos vienen los murmullos, los te quiero al oído y las caricias antes de dormir.
Y sé que lo hiciste mal, pero te veo ahí, con tu cara de niño escondida detrás de la barba de tres días. Los mismos tres días que llevo sin dirigirte la palabra, sin coger el teléfono y leyendo cada mensaje de disculpa, cada palabra y cada letra.
Quería contestarte, decirte que todo estaba bien, pero mi orgullo ha podido conmigo. Eso ya da igual. Aquí estás. Y eso me vale.»
Fase 8. Ni contigo ni sin ti
Fase 9. Tal como vienes, te vas
Ya has quitado sus fotos, has borrado su número aunque tu cabeza recuerde cada dígito, has sacado todo el rencor, ira y daño que tenías dentro, le has insultado y has deseado patalear sobre su tumba y has llorado lo suficiente como para llenar la bañera y hasta el océano Atlántico. Y hoy, después de todo, ha llegado el día en el que aceptas que no vas a revivir la historia, por lo menos no con él.
No es la excepción que confirma la regla. Tienes sus mensajes olvidados y sus disculpas hace ya tiempo que caducaron, las rosas se han secado y tu aguante se desvaneció en el momento en el que decidió no valorarlo. Y ya no hay más esperas en tu puerta.
Que de todo se aprende y tú, con él, has aprendido para varias vidas. Que el mundo está lleno de oportunidades y le toca el turno a otro, el turno de hacerte feliz y de dibujar sonrisas donde antaño marcaron tristeza con fuego candente.
Y si algún día le da por volver, date la vuelta. Viejos caminos no abren nuevas puertas.
V.Larrodé + AGD
Tu intención al entrar por la puerta nada tiene que ver con lo que está pasando. Todo ha empezado con dos besos, y ni siquiera te has quedado con su nombre, pero se ha sentado a tu lado y de repente ahí estás, riendo como una tonta.
Bebes mientras le escuchas y las dos copas de más que llevas encima hacen que no sientas reparo alguno al comentar su jugada. Es simpático y te quedarías ahí sentada, escuchándole hablar de la vida, de la buena música y de lo que se rió al ver a Dani Rovira en "8 apellidos vascos".
A ti la peli te gustó, pero no le dices mucho más. No sabes por qué. ¿Has visto? Te sirves otra copa más y él sigue hablando sin parar. Pero te ha caído bien, aunque sigues sin saber su nombre. Más que no saberlo, es que no te acuerdas.
Te ha arrastrado una amiga y tú, en realidad, querrías estar bajo manta, con un bol de palomitas y viendo alguna comedia romántica, de esas que se alejan de la realidad más que cualquier película de George Lucas.
Pero aquí estáis. Y te ha alegrado la noche. Gracias. Un placer. Me voy, otro día coincidimos.
Fase 2. Tontorroneo
Y vamos, y venga, y la noche acabó con copas de más y algún recuerdo de menos. Y amanece el día con un mensaje divertido. Hola, soy, te acuerdas, no, sí, bueno, déjame quitarme las legañas y la resaca, sí, el de ayer.
Y mira tú qué bien, piensas. Contestas, no vas a ser maleducada. Y un "¿Qué tal acabó la noche?" lleva a un "¿Qué plan tienes hoy?" y a pensar que es sábado y que tus amigas estarán bajo manta pero con compañía suficiente.
Y después de varias citas, de un par de visitas al trabajo a la hora de comer, de dos y tres horas al teléfono antes de dormir y de más conversaciones de whatsapp de las necesarias, sobran las palabras, pero aquí se cuece algo.
Fase 3. De fechas, cenas, cines y paseos
Ya ha terminado la cocción y os lo estáis comiendo. Habéis quedado más de dos días, y de tres, y de cuatro. Y fugazmente te ha presentado a su tía y a un par de primos. Los sábados salís a cenar y te recoge en su todoterreno los días que sale pronto.
Y tú, la verdad sea dicha, estás encantada. Ya te presenta como su novia y, aunque habéis omitido esa conversación, todo se da por hecho. A ti no te apetece retozar bajo la manta con nadie más. Y supones que a él tampoco.
Te ha traido flores y dice que hoy es un día especial.
Fase 4. Te quiero
Vale. Ya está. No hay vuelta atrás. No hay remedio. Ha soltado la bomba. Y tú te has quedado sin reaccionar. Te ha vuelto a dibujar una sonrisa y tú la desdibujas soltado lo de turno, que tú también.
Y ya todo empieza. La carrera hacia no se sabe dónde y por no se sabe qué; pero ahí vais, viento en popa a toda vela. Te ríes, pasan los días y te ríes todavía más, y pasan cosas feas pero ahí estáis, los dos, él contigo y tú con él.
Y no quieres que eso acabe nunca. Y nunca no es suficiente. Y quieres más y más y más...
Fase 5. ¿Y quién c*** es esa?
Una amiga. ¿Una amiga? Él no tiene que saber qué es eso. Tú eres su amiga, la única mujer no consanguínea con la que tiene que tener una relación. Tú, tú, tú.
No tiene que escribirle a las 12 de la noche el día de su cumpleaños. Está contigo y ella lo sabe. Y él va y contesta. Simpático de la muerte. Y eso último es lo que le va a llegar como siga jugándotela así.
Lo mío es mío y no lo toca nadie.
Fase 6. No soy fácil, lo siento
«Sé que me he pasado, que los platos rotos no son excusa y que mis uñas en tu rostro tampoco. Te pido mil perdones y que olvides mis gritos por nada y mis lloros por todo.
Estoy aquí contigo, soy yo, más allá de mi locura y de mis arrebatos de histeria. Pero entiéndeme, me pueden las ganas locas de tenerte, de no alejarte de mí y como dice Fito, "lo más lejos a tu lado"»
Fase 7. Te perdono
«Te lo perdono todo. Tus gritos y tu histeria, tu malestar y malvenir. Porque después de todo lo malo viene todo lo bueno, viene la reconciliación permanente y los corazones en el baño. Después de los gritos vienen los murmullos, los te quiero al oído y las caricias antes de dormir.
Y sé que lo hiciste mal, pero te veo ahí, con tu cara de niño escondida detrás de la barba de tres días. Los mismos tres días que llevo sin dirigirte la palabra, sin coger el teléfono y leyendo cada mensaje de disculpa, cada palabra y cada letra.
Quería contestarte, decirte que todo estaba bien, pero mi orgullo ha podido conmigo. Eso ya da igual. Aquí estás. Y eso me vale.»
Fase 8. Ni contigo ni sin ti
Y un día, de repente, ya no te acuerdas de los te quiero, ni de los lo siento. El perdón se ha desvanecido en el aire, como su olor de tu almohada y tus ganas de tenerle.
Os basáis en el rencor y en la discusión continua. Discutís sin saber por qué, pero discutís. Lo dice Alejandro Sanz y a ti se te viene a la cabeza día sí, día también: "No hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes nada".
Y eso es lo que sentís. Nada. Y os aferráis al recuerdo, al tiempo vivido y a la memoria de un tiempo mejor. Sois la vieja gloria, sombra de lo que un día fue grandeza.
Y lo peor es alargarlo, tensar el elástico confiando en que algún día, más pronto que tarde se rebobinará el tiempo hasta parar en alguna fase pasada en la que tú y él importábais.
Dejad de engañaros. La vida es un camino de una sola dirección. Y es ahí, cuando solo queda mirar hacia delante, cuando veis que el camino marca con letras claras el siguiente paso: el olvido.
Fase 9. Tal como vienes, te vas
Ya has quitado sus fotos, has borrado su número aunque tu cabeza recuerde cada dígito, has sacado todo el rencor, ira y daño que tenías dentro, le has insultado y has deseado patalear sobre su tumba y has llorado lo suficiente como para llenar la bañera y hasta el océano Atlántico. Y hoy, después de todo, ha llegado el día en el que aceptas que no vas a revivir la historia, por lo menos no con él.
No es la excepción que confirma la regla. Tienes sus mensajes olvidados y sus disculpas hace ya tiempo que caducaron, las rosas se han secado y tu aguante se desvaneció en el momento en el que decidió no valorarlo. Y ya no hay más esperas en tu puerta.
Que de todo se aprende y tú, con él, has aprendido para varias vidas. Que el mundo está lleno de oportunidades y le toca el turno a otro, el turno de hacerte feliz y de dibujar sonrisas donde antaño marcaron tristeza con fuego candente.
Y si algún día le da por volver, date la vuelta. Viejos caminos no abren nuevas puertas.
V.Larrodé + AGD
jueves, 3 de abril de 2014
Cuando te encuentre
Cuando te encuentre pienso ser yo misma. Me levantaré pronto y te despertaré con un buenos días, dejaré la persiana cerrada para que la luz no te moleste mientras vuelves a la vida.
Cuando te encuentre dejaré el desayuno preparado, tus tostadas y mi zumo de naranja, pero te cederé los fines de semana para que me traigas el café a la cama.
Cuando te encuentre te escribiré cartas a mano y llenaré tu cuarto con mi presencia. Saltaré encima del colchón hasta que se rompan los muelles y reiré a carcajadas con tu cara de enfado.
Cuando te encuentre guardaré un ratito cada noche para desearte sueños bonitos y cerraré los ojos fuerte para imaginar que estás aquí conmigo.
Cuando te encuentre lloraré día sí día también, de alegría por tenerte y de rabia cuando no estés. Te llamaré a horas poco apropiadas y quemaré tu buzón de voz. Me enfadaré cuando vengas tarde pero celebraré contigo cada gol.
Cuando te encuentre pienso dibujar nuestro futuro y recorrerme el mundo entero a golpe de imaginación. Me calzaré los tacones y te reirás de mí por querer ser más alta que tú.
Pero cuando te encuentre seguiré siendo yo. Seguiré soñando con sitios en los que nunca he estado y seguiré esperando el atarceder. Seguiré viendo amanecer desde mi ventana y seguiré comiendo en la cama.
Cuando te encuentre seguiré pensando que el frío no es sano y que bienvenido sea el calor. Seguiré dejando los zapatos tirados y seguiré sonriendo con cada final feliz.
Seguiré durmiéndome tarde y levantándome pronto, seguiré cantando en la ducha y seguiré pidiéndote que me abraces. Seguiré buscándote en cada rincón.
Seguiré siendo yo cuando te encuentre. Porque tú seguirás siendo tú. Te he encontrado a ti y si dejas de ser tú ya no será a ti a quien haya encontrado.
Cuando te encuentre dejaré el desayuno preparado, tus tostadas y mi zumo de naranja, pero te cederé los fines de semana para que me traigas el café a la cama.
Cuando te encuentre te escribiré cartas a mano y llenaré tu cuarto con mi presencia. Saltaré encima del colchón hasta que se rompan los muelles y reiré a carcajadas con tu cara de enfado.
Cuando te encuentre guardaré un ratito cada noche para desearte sueños bonitos y cerraré los ojos fuerte para imaginar que estás aquí conmigo.
Cuando te encuentre lloraré día sí día también, de alegría por tenerte y de rabia cuando no estés. Te llamaré a horas poco apropiadas y quemaré tu buzón de voz. Me enfadaré cuando vengas tarde pero celebraré contigo cada gol.
Cuando te encuentre pienso dibujar nuestro futuro y recorrerme el mundo entero a golpe de imaginación. Me calzaré los tacones y te reirás de mí por querer ser más alta que tú.
Pero cuando te encuentre seguiré siendo yo. Seguiré soñando con sitios en los que nunca he estado y seguiré esperando el atarceder. Seguiré viendo amanecer desde mi ventana y seguiré comiendo en la cama.
Cuando te encuentre seguiré pensando que el frío no es sano y que bienvenido sea el calor. Seguiré dejando los zapatos tirados y seguiré sonriendo con cada final feliz.
Seguiré durmiéndome tarde y levantándome pronto, seguiré cantando en la ducha y seguiré pidiéndote que me abraces. Seguiré buscándote en cada rincón.
Seguiré siendo yo cuando te encuentre. Porque tú seguirás siendo tú. Te he encontrado a ti y si dejas de ser tú ya no será a ti a quien haya encontrado.
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