Esta es la última carta que te escribo. No porque ya no estés para escribirte, sino porque he tomado la inteligente decisión de parar mi mundo, cambiar de dirección y dejar de considerarte mi centro. Soy Ícaro, volando al Sol, y está empezando a hacer demasiado calor. Porque contigo es siempre así: tú juegas con fuego pero soy yo la que se acaba quemando.
No me malinterpretes. Te quiero. Y para eso no hay cura ni palabras que lo describan. Pero tanto amor me sale por las orejas y está empezando a desbordar. Te quiero por múltiples razones y me quedo contigo por otras tantas. Pero huele a chamusquina y antes de salir herida prefiero guardarme la cartera, las llaves y el tabaco y salir de aquí echando millas. Qué le voy a hacer, siempre fui muy cobarde.
Dicen mucho eso de que 'lo peor del mundo es amar y no ser correspondido'. Muy Moulin Rouge. Pero ni tú eres un escritor bohemio ni yo una zorra de burdel. Aunque hayas tenido el detalle de recordármelo alguna vez. Y, desde luego, no pienso acabar (atención spoiler) muerta.
En fin. Al grano.
Peor es la enfermedad, el hambre, la pobreza... El amor al final es otra fase más de una vida en la que somos demasiado cobardes como para andar solos. Pero yo, de verdad de la buena, que quererte, te quiero. Pero, de nuevo, sigo volando hacia el Sol y me mareo de tanto calor.
El amor es una carretera de dos direcciones, pero has debido de pillar atasco, porque hace tiempo que he llegado. Y mi vida se ha convertido en una triste historia en la que nazco, vivo, te quiero, te espero y muero. Y así no se puede. Bueno, en realidad, por poder se puede. Pero es que es tanto lo que te quiero que ya no quiero.
No quiero seguir esperando. Algo. Lo que sea. ¿Hace cuánto que no me regalas flores? ¿Hace cuánto que no dices 'pues hoy, me quedo contigo'? A todas esas palabras ya les han salido telarañas.
Pero esto sigue siendo una carta de amor. No de despedida. Porque tú sigues aquí y yo -porque no lo puedo evitar- también. Supongo que otra habría salido corriendo al primer grito, pero yo me mantengo, y esa es la mayor prueba de amor que te puedo dar.
Como ves, soy Ícaro y el Sol ya me ciega. Porque todo es de mí a ti. Creo que tu envío se ha perdido por el camino. Por favor, compruébalo.
Nunca he sido honesta contigo. No con ese tipo de honestidad que te convierte en transparente. Soy de esas personas que deciden guardarse cosas para sí. De las translúcidas. Te enseño sólo lo que tengo cojones a enseñarte. Lo demás es mío.
Pero tú tampoco lo pones fácil. ¿Me has preguntado alguna vez qué quiero? Todo aquello de "si pudieras pedir tres deseos..." a ti se te ha olvidado. Y mira que no te lo habré preguntado veces. Tontolaba.
Creo que llega un momento en la vida en el que te toca sentarte a pensar qué es lo que quieres. Quién quieres ser, qué tipo de persona, y qué es lo que quieres conseguir. De todo. No solo de ti mismo. ¿Lo has hecho alguna vez? Definir esto y empezar a caminar hacia tu meta, es lo más complicado de todo. A mitad de camino nos rendimos y nos conformamos. Y ahí es donde está el fallo de la humanidad.
Yo quiero una historia de película, de las que acaban en un porche con vistas al mar y cuarenta años de recuerdos a las espaldas. Quiero despertarme todas las mañanas y que cada día tenga algo nuevo. Quiero considerarme afortunada a pesar de los problemas. Porque problemas tenemos todos y lo que la vida te da por la derecha, por la izquierda te lo quita.
Quiero disfrutar de los atascos porque suena mi canción preferida. Quiero cantar a voz en grito y que nadie salvo yo, me oiga. Quiero una vida en la que las decisiones las tome yo, no otros, y en la que yo sea quien marque mis pasos y construya mi camino. Siempre he pensado que no hay nada peor que seguir la corriente. Somos personas, no un rebaño de ovejas.
Quiero sentir amor y saber que según va, vuelve. Quiero que alguien me mire y no necesite decir nada más. Porque, cuando es de verdad, las palabras sobran. Quiero perdones en forma de besos.
Y te quiero a ti. Pero eso, eso tú ya lo sabes.