jueves, 24 de diciembre de 2015

Carta a todo el que se ponga por delante

Quiero despertarme y leer un titular que diga que hoy todo va bien. Quiero que dé igual con qué pie pisar primero, porque va a ser un buen día (aunque caiga de cabeza). Quiero despertarme y verte, aunque sea roncando, y recordarme a mí misma que, después de la voz de Frank Sinatra, el tuyo es el sonido más hermoso

Quiero poder decir las palabras hermoso, bello y amar, y que nadie me tome por descendiente de William Shakespeare.  Quiero mirarme en el espejo, apartar las legañas, y sentirme orgullosa (y ya de paso, feliz) de la persona que tengo ante mí. 


Quiero seguir escribiendo cartas a Papá Noel, Reyes Magos, al Ratoncito Pérez e incluso al Hombre del Saco, a ver si viene a buscarme y me suelta en alguna playa, a poder ser, del Mediterráneo. 

Quiero que no se nos olvide que un día fuimos niños y que todavía tenemos que seguir siéndolo. Porque como dijo el escritor británico Gilbert Keith Chesterton: "Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa en ella es una maravilla". Y esto, queridos, se nos ha olvidado. 


Hemos olvidado la emoción de esperar por los regalos, de sentarnos en la mesa y recordar, precisamente, cómo eran las cosas cuando medíamos medio metro. Hemos olvidado lo que significa compartir, las discusiones por política que acaban en risas y en botellas de vino vacías. Hemos olvidado que la vida está para vivirla, para almacenar recuerdos y fotografías que algún día, nos alimentarán. 

Quiero que corra el champán y no la sangre, que esta noche -y mañana, y al otro- las únicas armas que tengamos en las manos sean abrazos. Y que imágenes como esta se repitan día sí, día también. 

                                                                    Fotografía: @alilopp

Quiero que todo se haga porque sí, que no haya motivos ocultos para el exceso de cariño, ni para los favores. Quiero que no haya ausencias y que, si las hay, se recuerden a cada momento. Quiero que la vida siga repartiendo buenos momentos, para mí, para ti y para todos. Porque aunque haya quien me lleve la contraria, siempre he creído y creeré hasta el punto y final de mi vida, que cosas buenas le pasan a la gente buena. 

Quiero que dejes de tener miedo de vivir, que dejes de andar cabizbajo y que el agobio deje de colarse por cada poro. Quiero que juegues bajo la lluvia y que el frío no esté lo suficientemente bajo cero como para que nieve. Y que ese sea tu único motivo de enfado. 


Quiero que hoy olvidemos a quien hay que olvidar porque no merece la pena seguir recordando, pero que nos acordemos una y otra vez de aquel al que nunca debimos olvidar. Porque la vida es así de traicionera, pero somos más fuertes y, si nos apetece, le ponemos la zancadilla y seguimos el camino de baldosas amarillas. 

Quiero que hoy cojamos el teléfono y marquemos ese número que hace tiempo que no marcamos pero que, como montar el bicicleta, nunca se olvida. Y que no haya reproches, solo palabras de amor, de cariño, un cómo te va todo y un tengo ganas de verte, vamos a tomarnos una cerveza. Y que la respuesta a eso esa un una no, dos o tres

Quiero irme a dormir esta noche pensando: "Hoy ha sido un buen día, y mañana será mejor". Feliz navidad.



miércoles, 18 de noviembre de 2015

Para encontrarse, primero hay que perderse

Dice Eduardo Galeano: "En los extravíos nos esperan hallazgos, porque es preciso perderse para volver a encontrarse". Y eso es lo que me ha pasado. He perdido el rumbo, la dirección, la luz del faro, el norte y el sur. Me he perdido a mí misma y te he perdido a ti. 

Creo que de las malas decisiones salen los caminos correctos. O por lo menos me consuelo pensándolo. Y en esas estoy ahora, volviendo a ti después de irme. Aunque, si te soy sincera, nunca me fui del todo. 

Podría enumerarte todo lo que quiero -y que antes no sabía que quería- pero todo se resume en que quiero volver a contar estrellas, a contar latidos; quiero volver a verte y quererte. Y quiero todo lo que tenga que ver contigo, cueste lo que cueste. 


Quizá soy demasiado niña, pero estoy sufriendo como esa adulta que siempre has querido que fuera, aunque ese dolor no me pertenezca. No tengo derecho a ello, pero no me doy por vencida. Porque la vida te empuja, te golpea, te pone la zancadilla pero al final no se trata de cuántas veces te caes, sino de cuántas te levantas. Y, por Dios te digo que ese eres tú, mi estabilidad, mi equilibrio, mi punto de inflexión. Eres el límite de todo, mi diferencia entre el bien y el mal, el que me ayuda a ser quien quiero ser, la mejor versión de mí misma. 

Y no recuerdo en qué punto del camino perdí el rumbo. 


Dicen que el que avisa no es traidor, y yo voy a ir hasta el final del mundo contigo. Te aviso. Por ti rozo el horizonte con estas manos que -pecando de ñoña- sueñan con volver a acariciarte, porque no sirven para otra cosa.

Vuelve. Vuelve, por favor, que yo nunca me fui del todo.


Porque ahora que he probado la vida sin ti; prefiero todo lo demás contigo. Dice Marwan que 'todos mis futuros son contigo', pues yo estoy en ese punto. Mis días son un continuo pasar de horas, sin ningún tipo de aliciente, sin nada que lo haga diferente, sin salsa, sin pan, sin ti. 

He buscado más allá lo que solo tenía contigoY ahora no quiero otra cosa que no sea oírte respirar. Y aquí, tras los acordes de la guitarra de Paco de Lucía, sigo esperándote, sigo esperándonos. 



A Lucía.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Yo también te he estado esperando

Mientras te espero, pienso en todas aquellas cosas que podría estar haciendo. Podría ver una película, escribir un libro, ordenar el armario, o simplemente pensar en qué puto motivo me lleva a seguir esperándote. 

Es extraño eso de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo estoy, como dice Escandar Algeet, tropezando una y otra vez con la piedra hasta que la beso como un adicto. Porque no hay peor droga que tenerte, ni peor resaca que cuando no estás. 

Y así pasan las horas, esperándote. Quiero verte aparecer con tu sonrisa de lo siento y tu mirada de cuando me levanto con el pie izquierdo nada me sale derecho. Pero sé que esta noche no habrá sonrisas, ni miradas. Por no haber, no habrá ni palabras. Como si alguien me hubiera otorgado el don de la premonición, sé perfectamente que mi noche no va a ser fácil. 

Es lo que tiene la espera, supongo. Me dormiré a duras penas, cuando ya no sea hoy, sino mañana. Me despertaré a las tres, a las cuatro, a las cinco, y quizá consiga dormir dos horas seguidas antes de que suene el despertador y la realidad me sacuda y la presión del pecho me haga recordar que me he pasado la noche esperándote y que tras largos mensajes, algunos cortos, varias llamadas sin respuesta y conversaciones eternas con el contestador, sigues desaparecido en combate.

Un combate que he creado yo pero que tú no has parado

Y sigo indagando en todo lo que podría hacer mientras te espero. Y lo único con algo de sentido que roza mi mente es esto: escribirte algo que no vas a leer (como los 20 mensajes que tienes en la bandeja de entrada). 

Creo que ya es momento que te diga que he perdido la cabeza, que me he tomado demasiado en serio aquello que 'solo las locas aman con locura'. Creo que ya voy por la llamada número 100 y el buzón sigue escupiéndome las mismas palabras, ¿es que no se cansa?



La que desde luego no se cansa de esperarte soy yo. Y debería dejarlo estar, dejar que el amor le gane la batalla al orgullo, que regreses sonriendo porque verme enfadada es uno de tus pasatiempos. Pero, ¿no me ves? Sigo esperando. Esperando que ocurra algo que me saque de este trance. 

Creo que el dolor siempre debería estar justificado. No deberíamos sufrir por nada, y aquí estoy yo, sufriendo por todo. Por lo menos soy capaz de parir estas palabras, y créeme cuando te digo que no creo que salga nada más que esto. Ya ni lágrimas me brotan. 

Creo que hasta ellas están esperándote. 

martes, 19 de mayo de 2015

Claves para ser feliz

No tengo la llave de la felicidad. No creo, ni siquiera, que haya una. Cada uno elige su manera de librarse de esa carga que es la tristeza. Cada uno elige qué es lo que le favorece el alma y qué es lo que le entorpece el camino. Pero porque he decidido ver la vida con más brillo que oscuridad, acumulo aquí, en este espacio libre de escribirse y, por supuesto, de leerse, todas aquellas cosas que he dicho y he escuchado. 

Hay palabras que nos completan, otras que nos satisfacen, otras que nos complacen. Y hay palabras que, simplemente, nos cargan las pilas y nos dan fuerza para superar cada piedra y cada pedrusco del camino. 



1. Los problemas, de uno en uno, para que no se acumulen. Es como todo. En su inmensidad, la vida asusta. Pero cuando desmembramos cada parte, cuando lo reducimos a su mínima expresión, podemos con lo que nos echen. Y con lo que nos disparen, también.


2. Sonríe. Pase lo que pase. Afrontar la tormenta con una sonrisa es cubrirse con un chaleco antibalas. 


3. Rodéate de aquellos que suman y aléjate de los que restan. Hay personas que completan, que llenan aquellas grietas en el alma que la vida nos ha ido dejando. Son la silicona que une las partes. 



4. Escucha música. Toda la que quieras. Siempre que puedas. La música no sólo calma a las fieras sino que endulza el corazón, alimenta el alma, alarga la vida y, como dice Nietzsche: "La vida, sin música, sería un error"


5. Canta. A voz en grito. Aunque te escuchen, aunque te vean. Canta en la ducha, en el coche, con tus amigas, en el autobús y en el metro. Haz de tu vida un musical. 


6. Llora. Deja salir aquello que te ennegrece el alma. Sácalo todo, sea bueno o malo. Porque 'mejor fuera que dentro', pero sin olvidar que 'no todas las lágrimas son amargas' (Gandalf).


7. Levántate cada mañana con un propósito; y si no lo tienes, te lo inventas. No tiene que ser algo complicado. No tienes que pretender acabar con las guerras ni con el hambre. Son pequeñas cosas: encontrar sitio para aparcar, comer menos chocolate, fumar menos, beber más agua o simplemente dormir un poco más la noche siguiente. 


8. Si amas, dilo. No te guardes tus sentimientos porque dentro no hacen nada, se acaban desvaneciendo como una nota que se tira al mar y que nadie ha leído. ¿De verdad quieres que tu amor quede en el olvido? ¿Cuántas oportunidades se han desaprovechado porque alguien no ha sido lo suficientemente valiente como para dar la cara y poner las cartas sobre la mesa?

9. Aunque la gente piense lo contrario: no todo es postureo. Deja de vivir la vida de los demás, te estás perdiendo tu propia historia. Deja de tener en cuenta lo que los otros piensan de ti. Es científica y físicamente imposible agradar a los más de siete mil millones de habitantes del planeta. 

10. Alimenta al niño que llevas dentro. A medida que pasa el tiempo, creemos que tenemos que ir dejando atrás los momentos que nos hicieron felices, que nos dieron paz y que nos hicieron aprender. Simplemente porque aquello es pasado. Y esto de ahora es presente. Creemos que crecer es despedirse. Pero, no siempre. La vida es un viaje, ¿por qué no llevarnos con nosotros todo aquello que nos importó?


11. La felicidad es aquello que pasa mientras estás subiendo la foto a instagram. El mejor lugar para almacenar recuerdos es nuestra mente. Más de una vez he visto a alguien perderse la escena clave de una película por estar contestando un mensaje, o dejar pasar su canción preferida por estar distraído haciendo partícipe al mundo entero de su posición, localización, estado anímico o menú del día. ¡Cuántas cosas nos perdemos mientras buscamos cobertura!

12. No des explicaciones innecesarias -que suelen ser prácticamente todas-. Deja de buscar justificaciones para cada decisión tomada. Si en aquel momento tomaste ese camino, fue por algo. De todo se aprende. Y de los errores, más.

13. Sé espontáneo. Sé único. No busques planearlo todo. Planea algo, planea un viaje, una cena, una tarde o una noche. Pero no intentes controlarlo todo. Deja que la magia de la situación te inunde. Los mejores momentos son los menos esperados. 


14. Apaga el móvil. 

15. Procura dar más y recibir menos. Creemos que la felicidad está en el verbo tener, en el concepto que me den y en a mí, que me hagan. ¡Qué equivocados estamos! La mayoría de veces es más placentero dar y ver que el resultado de nuestra acción es una sonrisa, que esperar que nos cubran de oro. 

16. Aprende que la felicidad no es un estado permanente. No te puedo decir que haciendo todo esto vayas a vivir una vida plena, sin altibajos, sin dolor ni sufrimiento. Estaría estafándote, y no soy de esas. Disfruta de los pequeños momentos para ir creando algo grande.

17. No pretendas ser algo que no eres; pero busca siempre ser más. Supérate a ti mismo. 

18. El odio es demasiado aburrido. Juega a la indiferencia con aquellos tóxicos que no te aporten nada bueno. La mejor manera de vengarse de aquellos que te dan por culo es siendo feliz. 

jueves, 14 de mayo de 2015

Guía útil para caballeros perdidos

Dime, por qué. ¿Por qué te empeñas en tocarme las narices? ¿No te das cuenta de lo guapo que estás con la boca cerrada? Pero di algo, sinvergüenza. No te quedes callado, como esperando que baje la Virgen y todo su séquito celestial. Pero cállate, que tu voz me irrita y me exaspera y me cabrea y voy a acabar pegándote cuatro gritos.

Porque nunca sabes qué decir ni cuándo callar. Y para eso estoy yo hoy, para echarte una mano. (Y a ver si tenemos suerte y uno que yo me sé lo lee y se entera de por dónde va la cosa).

Que ni somos tan complicadas ni somos encefalograma plano; ni conducimos mal ni nos gustan -solo- las películas de amor.

Somos más. Colega. Que no te enteras. 


1.- Si te digo que elijas un restaurante es porque quiero que me sorprendas; porque no quiero tener que pensar en ti, sino en mí. Que me lo merezco.

2.- Si te doy las llaves del coche no es porque no me apetezca conducir. Conduzco mejor que tú y, ¡lo sabes! Pero me gusta esa imagen tradicional y clásica de 'sube, que te llevo'.

3.- No me hables de mi ex. No me interesa ni que preguntes, ni que te compares. Y mucho menos hables de la tuya. No la menciones. Ni se te ocurra mantener contacto; es más, borra su teléfono. No existe. ¿Queda claro?

4.- Sí, estoy en línea. Sí, te estoy viendo. ¿Qué haces que no me escribes? ¿Con quién c*** estás hablando? Si quieres evitarte esto, abre el whatsapp, da señales de vida, manda un emoticono, ¡algo! Y ya ponte a comentar la final de la Champions. Pero lo primero, es lo primero.

5.- Y lo primero soy yo. Así de simple. No hay más.


6.- "¿Qué te pasa ahora?" No sé en qué momento y de qué idea absurda nace ese 'ahora'. ¿Qué pasa, que sieeeempre me tiene que estar pasando algo? No esperes una respuesta a esa pregunta. Espera un cóctel molotov, como mínimo.

7.- Y espera una bomba nuclear si decides intervenir en ciertos momentos clave. No me digas que tienes hermanas y que sabes lo que es. No me digas que no es nuevo y que pasa todos los meses. No me digas que estoy exagerando. Es más, no abras la boca. Porque es muy probable que te arranque la cabeza y que ni pestañee al hacerlo.

8.- Compra chocolate, trae una amplia selección de películas ñoñas y con final feliz, abrázame y cierra la boca. Y todo eso con una sonrisa. ¿Es tan difícil? Si lo hace Ashton Kutcher, ¿por qué no lo puedes hacer tú? ¿Por qué no puedes ser Ashton Kutcher?


9.- Ni después de más de dos mil años de historia, lo entiendes. Aunque de pequeñas nos gustaran los cuentos, aunque no nos pudiéramos dormir sin Cenicienta o La Bella Durmiente; no nos los creímos entonces y no nos los creemos ahora. ¿De verdad piensas que porque me digas que 'yo soy', y que 'tú eres' y que blablabla voy a caer rendida a tus brazos?

10.- Es más que probable que sí, que caiga. Que me crea tus cuentos y que me lleves a donde quieres, que hagas y deshagas a tu manera. Pero también es más que probable que la onda expansiva de mi furia te alcance cuando abra los ojos y vea el pedazo de mierda que estás hecho. Que parezcamos tontas no significa que lo seamos. Apúntatelo.

11.- Si llegas a este punto, donde además del pito has metido la pata, ¡huye! Corre lo más lejos que puedas, porque me voy a vengar de ti, voy a aplastarte con todas mis fuerzas. Y lo mejor de todo es que ni vas a ver venir el golpe.


12.- A veces -solo a veces- un 'perdona, soy un capullo' basta.

13.- Por cada minuto que pasa sin que pidas disculpas, es un centímetro más que se me hincha la vena. Aviso.

14.- Yo, para ti, soy lo primero. Tú, para mí, también, pero mis amigas, las noches de vino y sushi y las madrugadas de reggaeton, son sagradas.


15.- Deja de estudiar, dimite de tu trabajo, salte de la cola del paro. Tú lo que tienes que hacer es dedicarte al negocio del motor. Me has vendido la moto y te he comprado la equipación entera. Pero todo está defectuoso y me he pegado la hostia.

16.- Tenemos memoria. Y además, memoria selectiva. Si dices que me llamas mañana, llámame. Si dices que el sábado me llevas a cenar, no oses irte de cañas con amigos. Si dices que me bajas la luna, me voy a esperar, como mínimo, un par de estrellas.

17.- De verdad, en serio te lo digo: no hay nada peor que una mujer colérica.

18.- Aprende. Si te digo que 'estoy gorda' no es porque crea que lo esté. Es porque quiero oírte decir lo guapa que soy, lo preciosa que te parezco o alguna de sus variantes.

19.- Todo lo que hayas podido decir pierde validez en el momento en que te tomas la primera copa y lo que antes era blanco, ahora es gris oscuro.


20.- Pasado un tiempo pertinente, voy a olvidarte. O por lo menos voy a intentarlo. Me cueste con quien me acueste. Así que, por favor, si tu interés desaparece, que no vuelva. Porque si quiero marearme me subo en una montaña rusa. Con eso me basta.

21.- Déjate de tanto gris oscuro, claro o blanco roto. Con nosotras: cristalino.

22.- No busques que me parezca a tu madre, ni a tu hermana, ni a tu prima la del pueblo. Soy como soy. Y, si no te gusta, ya sabes donde está la puerta.

23.- "Estás loca". Error. ¿Oyes eso? Es el portazo que acabo de dar.

24.- Si salgo corriendo, sal detrás. Siempre. 

25.- No busques entenderme. Limítate a quererme.

martes, 28 de abril de 2015

Carta de amor definitiva

Esta es la última carta que te escribo. No porque ya no estés para escribirte, sino porque he tomado la inteligente decisión de parar mi mundo, cambiar de dirección y dejar de considerarte mi centro. Soy Ícaro, volando al Sol, y está empezando a hacer demasiado calor. Porque contigo es siempre así: tú juegas con fuego pero soy yo la que se acaba quemando. 

No me malinterpretes. Te quiero. Y para eso no hay cura ni palabras que lo describan. Pero tanto amor me sale por las orejas y está empezando a desbordar. Te quiero por múltiples razones y me quedo contigo por otras tantas. Pero huele a chamusquina y antes de salir herida prefiero guardarme la cartera, las llaves y el tabaco y salir de aquí echando millas. Qué le voy a hacer, siempre fui muy cobarde. 

Dicen mucho eso de que 'lo peor del mundo es amar y no ser correspondido'. Muy Moulin Rouge. Pero ni tú eres un escritor bohemio ni yo una zorra de burdel. Aunque hayas tenido el detalle de recordármelo alguna vez. Y, desde luego, no pienso acabar (atención spoiler) muerta. 



En fin. Al grano.

Peor es la enfermedad, el hambre, la pobreza... El amor al final es otra fase más de una vida en la que somos demasiado cobardes como para andar solos. Pero yo, de verdad de la buena, que quererte, te quiero. Pero, de nuevo, sigo volando hacia el Sol y me mareo de tanto calor. 

El amor es una carretera de dos direcciones, pero has debido de pillar atasco, porque hace tiempo que he llegado. Y mi vida se ha convertido en una triste historia en la que nazco, vivo, te quiero, te espero y muero. Y así no se puede. Bueno, en realidad, por poder se puede. Pero es que es tanto lo que te quiero que ya no quiero. 



No quiero seguir esperando. Algo. Lo que sea. ¿Hace cuánto que no me regalas flores? ¿Hace cuánto que no dices 'pues hoy, me quedo contigo'? A todas esas palabras ya les han salido telarañas. 

Pero esto sigue siendo una carta de amor. No de despedida. Porque tú sigues aquí y yo -porque no lo puedo evitar- también. Supongo que otra habría salido corriendo al primer grito, pero yo me mantengo, y esa es la mayor prueba de amor que te puedo dar.

Como ves, soy Ícaro y el Sol ya me ciega. Porque todo es de mí a ti. Creo que tu envío se ha perdido por el camino. Por favor, compruébalo. 


Nunca he sido honesta contigo. No con ese tipo de honestidad que te convierte en transparente. Soy de esas personas que deciden guardarse cosas para sí. De las translúcidas. Te enseño sólo lo que tengo cojones a enseñarte. Lo demás es mío. 

Pero tú tampoco lo pones fácil. ¿Me has preguntado alguna vez qué quiero? Todo aquello de "si pudieras pedir tres deseos..." a ti se te ha olvidado. Y mira que no te lo habré preguntado veces. Tontolaba

Creo que llega un momento en la vida en el que te toca sentarte a pensar qué es lo que quieres. Quién quieres ser, qué tipo de persona, y qué es lo que quieres conseguir. De todo. No solo de ti mismo. ¿Lo has hecho alguna vez? Definir esto y empezar a caminar hacia tu meta, es lo más complicado de todo. A mitad de camino nos rendimos y nos conformamos. Y ahí es donde está el fallo de la humanidad. 


Yo quiero una historia de película, de las que acaban en un porche con vistas al mar y cuarenta años de recuerdos a las espaldas. Quiero despertarme todas las mañanas y que cada día tenga algo nuevo. Quiero considerarme afortunada a pesar de los problemas. Porque problemas tenemos todos y lo que la vida te da por la derecha, por la izquierda te lo quita.


Quiero disfrutar de los atascos porque suena mi canción preferida. Quiero cantar a voz en grito y que nadie salvo yo, me oiga. Quiero una vida en la que las decisiones las tome yo, no otros, y en la que yo sea quien marque mis pasos y construya mi camino. Siempre he pensado que no hay nada peor que seguir la corriente. Somos personas, no un rebaño de ovejas. 


Quiero sentir amor y saber que según va, vuelve. Quiero que alguien me mire y no necesite decir nada más. Porque, cuando es de verdad, las palabras sobran. Quiero perdones en forma de besos. 


Y te quiero a ti. Pero eso, eso tú ya lo sabes. 

domingo, 22 de marzo de 2015

¿Qué te parece si nos dedicamos a ser felices?

Nadie debería sentirse triste nunca. Es una sensación fea, desagradable, antipática. Pero necesaria. Tenemos que sentirnos tristes para saber valorar los momentos de alegría. Estos, a veces, son escasos, pero eso no los hace menos especiales. Sin oscuridad, no hay luz, dicen. Vale. Hasta aquí todo correcto. Pero yo te propongo otra cosa.

Te propongo que te mires todas las mañanas en el espejo y sonrías. No tienes motivos para estar triste. Crees que los tienes, pero mira para atrás. Cualquier tiempo pasado fue peor. Ni siquiera durante nuestra infancia nos librábamos de los problemas. Ahora los vemos absurdos, sin sentido. Por favor, ¿quién lloraría ahora porque Papá Noel no le ha traído lo que ha pedido o porque el compañero de autobús no comparte sus chuches? Pero piénsalo, en ese momento, aquello era un mundo.



Todo en esta vida se supera, excepto la muerte, dice siempre mi madre. Incluso la muerte y la pérdida se superan, simplemente porque acabamos aprendiendo a vivir con ellas.

Siempre he pensado que somos de plastilina, nos moldeamos a las circunstancias y acabamos por hacer de un problema, una solución. Por lo menos aquellos que son como yo. Optimistas por naturaleza.

Porque hay dos tipos de personas. Y eso ya sé que lo sabéis. Están los que ven el vaso medio vacío y los que lo ven medio lleno. Al final todo es cuestión de actitud. Y ahí es a donde quiero llegar. Tu actitud ante la vida te define, y define cada paso que das y los que todavía no has dado.



Hay personas para las que siempre llueve. Cuando el cielo está gris su ánimo se ennegrece, pero cuando el sol brilla, se quejan por que la luz les ciega. ¿En qué quedamos? Esa es una actitud de mierda. Y somos nosotros mismos los que nos ponemos las barreras para llegar a ese momento de auge: la puta y jodida felicidad.

No sé bien qué es eso de la felicidad. Hay quien dice que es una meta, otros, que es un camino. Para mí son momentos que debemos buscar y coleccionar. Porque cuantos más, mejor. Y no todo es tan complicado. 

Acertar con el plato en un restaurante, que suene tu canción favorita en la radio, un beso espontáneo que te pilla por sorpresa, la noticia de un nuevo trabajo, o un nuevo niño, o cualquier cosa nueva, una puesta de sol, el momento en el que tu avión aterriza en aquella isla, el día de tu cumpleaños... Todo son instantes, que duran más o menos tiempo, pero de ti depende saber aprovecharlos para que, cuando pasen, formen parte de tu álbum de recuerdos a los que volver cuando azota la tormenta.



Con todo esto, lo que te quiero decir es que está bien estar triste. Pero no querer estar triste. Eres tú el que elige cómo beberse los problemas, que más que problemas son situaciones que no apetecen. Un atasco, no encontrar aparcamiento, trabajar los viernes... Son momentos que nos ahorraríamos y guardaríamos en el cajón. Pero suceden y hay que vivir con ello, sacar el máximo provecho. 

Sonríe a la vida, que te sonreirá de vuelta. De nada sirve fruncir el ceño, más que para hacer surcos en tu cara que te recuerden la rabia pasada. Si tienes arrugas, que sean por haber sonreído más de la cuenta. 



sábado, 21 de marzo de 2015

Y que te haga reír

Búscate a alguien con las manos grandes, que en un abrazo lo abarque todo. Alguien que te sonría y diga lo que con palabras nunca sale. Pero que no le falten palabras en los momentos de temor, incertidumbre o duda. Alguien que pueda cogerte en brazos cuando los tacones hagan imposible dar un paso más; y que siempre te anime a dar ese paso más cuando las fuerzas fallan y las ganas flaquean. 

Búscate a alguien cuya voz te transmita paz. La vida ya nos pone demasiado inquietos como para no tener un sonido que nos reconforte. Búscate a alguien que te mire y se enamore y te vuelva a mirar y se vuelva a enamorar. Y que le brillen los ojos. Alguien que tiemble cuando te vea y que se ponga nervioso cuando todavía no te ha visto. 



Búscate a alguien que te admire por lo que eres y por lo que quieres ser. Alguien que te acompañe en ese camino que es el futuro y te anime a perseguir tus sueños, aunque no sean los suyos. Es más, búscate a alguien que haga de tus ganas y tus metas, las suyas. 

Búscate a alguien que te pregunte si estás orgulloso, sabiendo que la respuesta es un gesto afirmativo. Alguien que sepa dónde trabajas y qué es lo que haces; que sepa si te gusta o si lo disfrutas. Búscate a alguien que te conozca. 



Búscate a alguien que conozca todas tus sonrisas y todas tus lágrimas y que siga ahí a pesar de las rabietas y las histerias y, por supuesto, a pesar de los gritos. El que se queda después de los gritos, se quedará siempre. 

Búscate a alguien con quien los atascos sean divertidos. Alguien con quien viajar sea un placer, aunque el viaje sea a la vuelta de la esquina. Búscate a alguien que te acompañe al médico y espere en la sala de espera. Alguien que no tenga miedo si las noticias no son buenas. 



Búscate a alguien que no tenga miedo de perderte, porque el miedo nos lleva a tomar malas decisiones. Pero que sepa que te puedes marchar y haga lo imposible para que no lo hagas. Búscate a alguien que te dé motivos para quedarte. Todos los días. 

Búscate a alguien que te bese mientras duermes y vaya al baño en mitad de la oscuridad para no despertarte con la luz, poniendo en peligro los dedos de los pies. Alguien que aparezca sin avisar, solo para verte aparecer en pijama. 

Búscate a alguien que te bese en la frente y te ponga la piel de gallina. Alguien con quien ir a comprar cereales sea toda una aventura



Búscate a alguien que empiece su día un con un 'buenos días' y te dé las mejores noches. Alguien que sea, ante todo, tu mejor amigo. 

Pero, sobre todo, búscate a alguien que te haga reír. 

martes, 17 de marzo de 2015

Déjate el corazón

Durante años te han dicho que te protejas, que te cuides el corazón de aquellos cuyo único propósito es romperlo y corromperlo. También te han dicho que de ese tipo te vas a encontrar todos los días, a todas horas y por todas las esquinas. Protege tu amor, porque solo tienes uno, me dijeron una vez. El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, me dijeron también. 

Yo hoy cambio las tornas, cambio de bando y me paso al lado oscuro. Al lado divertido.


Déjate el corazón en todo lo que hagas; es más, apuesta corazón, alma y hasta la piel. Porque lo que no des hoy, no lo podrás dar mañana. Si no te lo han dicho, entonces te lo digo yo: este momento que estás viviendo, en el que estás leyendo estas palabras que he parido, este preciso instante no va a volver. No lo olvides, míralo con melancolía. Porque ya se ha ido. Y otra vez, y otra, y otra. El tiempo es el mejor regalo que podemos dar, y tú, ahora, sin saberlo, me lo estás regalando a mí.

A cambio te doy el mejor consejo que me nace: déjate el corazón. 


Nadie te lo ha dicho, pero el corazón se reconstruye. Brota de nuevo después de la caída. Porque nadie se ha muerto de un corazón roto, y si piensas en ello, todos los días se quiebran unos y vuelven a resurgir otros. Más fuertes, más sanos. Porque cuando no ganas, aprendes. Y cuando te rompen, la lección es todavía mayor. 

No hay nada más triste en esta vida, que ya de por si es bastante lamentable, que dejar las cosas a medias. Te han dicho siempre que no dejes comida en el plato, que termines la pasta de dientes y el champú antes de tirarlos y que hagas los deberes hasta el final. ¿Por qué obedeces a todo aquello, cuando amar hasta el fondo es más sencillo? 

Te han dicho siempre que no des todo de ti, que saldrás dañado, que intentarán sacar provecho, que cogerán tu amor y lo retorcerán hasta que el dolor emocional sea tan fuerte que solo el dolor físico lo calme. 

Y una mierda. 


Déjate el corazón, por favor te lo pido. Dalo todo de ti, hasta que no te queden ni los huesos. Porque sino te vas a arrepentir. No hay peor sensación que vivir sabiendo que parte de ti se quedó en el camino. Ama hoy todo lo que puedas, porque ese amor mañana será diferente. Ni mejor, ni peor, diferente. 

Lo que nunca te han dicho es que, amor que das, amor que recibes. 

Porque, queridos míos, el amor es energía. Y como tal, ni se crea ni se destruye. Se transforma. Y siempre vuelve. Quizá no de la misma forma, quizá no en el mismo formato, pero nunca se pierde.

Por eso, déjate el corazón en todo lo que hagas, porque no va a haber errores, ni decisiones equivocadas. La vida seguirá porque es lo único que no podemos detener, y seguirán ocurriendo cosas, y seguirán rompiéndose corazones. Pero volverán, más fuertes, más sanos. 

martes, 24 de febrero de 2015

"Si tú te tiras, yo me tiro", y otras historias de amigas

Esto no es más que un recopilatorio de todo lo que siempre te he dicho. Porque las cosas, los sentimientos, las verdades y el amor –sí, sobre todo el amor- hay que decirlo. ¿De qué sirve llenarse el alma si no hay con quien compartirlo?

Te tengo, me tienes. Siempre nos hemos tenido. Porque las miradas dicen mucho, las llamadas de auxilio nunca pasan inadvertidas y porque llueve, truene o sea el fin del mundo, estaré protegiéndote. Y lo mejor de todo, es recíproco.

En esto consiste la amistad y, más aún, las mejores amistades. Es un “hoy por ti, mañana por mí”. Es un “si tú te tiras yo me tiro”, y un “si tú sangras yo sangro”. Y eso, pesa más que el oro. Tener la seguridad de que vas a ser mi roca y de que yo seré la tuya… Aún cuando el tiempo arrecie y acabemos como cantos rodados.


Porque sé que ahora estás así, rodando de un lado al otro del río que tú misma has creado con los lagrimones que te brotan del alma. Y ojalá pudiera decirte que todo irá bien, ojalá pudiera volver atrás y sujetarte con más fuerza para que no te cayeras, o por lo menos frenar el golpe.

Es cierto aquello de que ‘la felicidad solo es real cuando se comparte'; pero la mierda también hay que compartirla. Y, lo más importante de todo, hay que saber con quien. Todos podemos poner cara de preocupados y soltar al azar frases de interés que lo único que demuestran es lo molestamente cotillas que podemos llegar a ser.

Y, lo siento vida, pero hoy he venido a tocar los cojones. Porque me importas, porque te he visto llorar tan pocas veces que he llegado a pensar que vivías en sequía. Y ahora no me has avisado con tiempo para coger el flotador y prepararme para el tsunami que nos va a ahogar. A las dos. Siempre a las dos. 


Hoy estoy aquí para ti y mañana también. Y esa es una frase que repetiré a diario. Porque tú me dejas volar sola pero siempre vigilas mi vuelo. Eres mi controlador aéreo.

Me preguntas siempre cómo lo hago, cómo salgo adelante y cómo me mantengo en pie después de los golpes, de las subidas y bajadas, de las hostias con el alma y de las puñaladas en el corazón. No hay secretos para recomponerse. Si me preguntas cómo sigo entera, la respuesta te pertenece. 

Porque te tengo, porque me tienes y porque nos tenemos.