lunes, 2 de noviembre de 2015

Yo también te he estado esperando

Mientras te espero, pienso en todas aquellas cosas que podría estar haciendo. Podría ver una película, escribir un libro, ordenar el armario, o simplemente pensar en qué puto motivo me lleva a seguir esperándote. 

Es extraño eso de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo estoy, como dice Escandar Algeet, tropezando una y otra vez con la piedra hasta que la beso como un adicto. Porque no hay peor droga que tenerte, ni peor resaca que cuando no estás. 

Y así pasan las horas, esperándote. Quiero verte aparecer con tu sonrisa de lo siento y tu mirada de cuando me levanto con el pie izquierdo nada me sale derecho. Pero sé que esta noche no habrá sonrisas, ni miradas. Por no haber, no habrá ni palabras. Como si alguien me hubiera otorgado el don de la premonición, sé perfectamente que mi noche no va a ser fácil. 

Es lo que tiene la espera, supongo. Me dormiré a duras penas, cuando ya no sea hoy, sino mañana. Me despertaré a las tres, a las cuatro, a las cinco, y quizá consiga dormir dos horas seguidas antes de que suene el despertador y la realidad me sacuda y la presión del pecho me haga recordar que me he pasado la noche esperándote y que tras largos mensajes, algunos cortos, varias llamadas sin respuesta y conversaciones eternas con el contestador, sigues desaparecido en combate.

Un combate que he creado yo pero que tú no has parado

Y sigo indagando en todo lo que podría hacer mientras te espero. Y lo único con algo de sentido que roza mi mente es esto: escribirte algo que no vas a leer (como los 20 mensajes que tienes en la bandeja de entrada). 

Creo que ya es momento que te diga que he perdido la cabeza, que me he tomado demasiado en serio aquello que 'solo las locas aman con locura'. Creo que ya voy por la llamada número 100 y el buzón sigue escupiéndome las mismas palabras, ¿es que no se cansa?



La que desde luego no se cansa de esperarte soy yo. Y debería dejarlo estar, dejar que el amor le gane la batalla al orgullo, que regreses sonriendo porque verme enfadada es uno de tus pasatiempos. Pero, ¿no me ves? Sigo esperando. Esperando que ocurra algo que me saque de este trance. 

Creo que el dolor siempre debería estar justificado. No deberíamos sufrir por nada, y aquí estoy yo, sufriendo por todo. Por lo menos soy capaz de parir estas palabras, y créeme cuando te digo que no creo que salga nada más que esto. Ya ni lágrimas me brotan. 

Creo que hasta ellas están esperándote. 

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