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martes, 24 de septiembre de 2013

Rodéate de gente interesante

Muchos me han preguntado quién es Salem y por qué le busco. Carlos Salem es un escritor, poeta y periodista argentino. (Le podréis encontrar aquí: http://elhuevoizquierdodeltalento.blogspot.com.es/) ¿Os acordáis del famosísimo "No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza por eso de que sus caderas..."? Pues es suyo. Sí señor. Es el artífice de semejante obra maestra. 



Salem está en mi lista de gente interesante, cuánto más le leo, más me engancha. Y eso es lo que más me gusta de la gente. Que te enganche.

Hay personas que crean adicción. Pero no en un sentido romántico. Conoces a alguien y te resulta tan interesante que hablar con esa persona se convierte en toda una atracción de feria, de esas de las que bajas encantado de la vida. Te has reído, has disfrutado y has vivido una experiencia totalmente diferente. 


En estos años, y sobre todo en épocas pasadas de pubertad, he conocido a gente muy pero que muy aburrida. Igual que un filete sin sal. Sosos hasta decir basta, sin nada que contar ni nada que transmitir. Personas que, además, tienden a ser tóxicas ya que su vida les aburre tantísimo que deciden meter el hocico en historias ajenas para darle un poquito de emoción. ¿Típico, verdad?

Con los años aprendes. Aprendes a diferenciar a esas personas grises de aquellas que dan color y vida a tus días. Esas son las personas que realmente merecen tu tiempo. En algunas, incluso, descubrirás, si tienes suerte, a tu amigo kamikaze. Yo lo hice. 


La vida, dentro de sus retorcidas intenciones, coloca en tu camino a personajes de todo tipo. Digievolucionamos a sabios cuando aprendemos a diferenciar entre moscas cojoneras cuyo único cometido es tocarte las narices, y entre aquellos personajes que bien podrían haber salido de alguna serie americana ganadora de dos o tres premios Emmy

Rodéate de gente interesante, de gente guay. Gente que alegre tus días y tus noches. No tienen por qué ser amigos íntimos, ni siquiera amigos. Sencillamente tiene que ser alguien que tenga algo que contar sin parecer un tertuliano de Sálvame. 

Es una suerte encontrar a alguien capaz de recomendarte un buen libro, una película de esas que te llegan tan adentro que difícilmente salen, un lugar que nada tenga que envidiar al paraíso o, simplemente, que por lo que hace o por las cosas que le gustan, te pueda contar mil batallitas, dejándote con la boca abierta.



miércoles, 18 de septiembre de 2013

Amigos kamikazes


Esta frase del genio Bukowski nunca me ha dejado indiferente. Encuentro la locura como una cualidad indispensable para ser alguien en la vida. La locura es una forma de valentía. Y aquí, en este mundo de trampas, de intereses y de personas que tiran piedras y esconden manos, la valentía y, por ende, la locura, son rasgos necesarios. 

Desde hace tiempo he encontrado la mejor forma de incluir esa pizca de locura a mi vida. Un amigo kamikaze. Pero, ojo! Hay muy pocos y son únicos en su especie.



Son seres inimitables. Puedes intentar parecerte a ellos, pero jamás conseguirás acercarte. Como las Rei Beri que venden los negritos por la playa: intentan ser Ray Ban, pero a la legua sabes que no son auténticas. Los amigos kamikazes, en cambio, sí lo son. 

Tienen el corazón tan inmenso como la risa que te provocan con un simple gesto. No te piden nada pero te lo ofrecen todo. Son agradecidos cuando tienes un pequeño detalle. Lo que para ti es insignificante; para ellos, un mundo. Aquí reside parte de su grandeza.



La otra parte reside en su humor. No tienen miedo a nada, y si lo tienen lo disimulan. Saben enfrentarse a sus temores con la mejor de las armas: la risa. Ellos sí que saben cómo divertirte y sacarte una sonrisa aunque tu cabeza esté dispersa. 

Los amigos kamikazes surgen de una infancia dura que les ha enseñado que las personas que te quieren de verdad lo harán siempre, pero que a lo largo de esta jodida realidad habrá quien finja quererte y pasará a encabezar la lista de cosas que te importan una mierda. 



Los amigos kamikazes son las personas de verdad. Sufren más que nosotros pero la felicidad les da de lleno. Son sensibles y saben apreciar el más bello de los atardeceres. No tienen reparo en llorar si les alejas de sus raíces.

Porque esa es otra. Los amigos kamikazes tienen raíces. Tienen un lugar al que consideran "casa". Como cuando eres pequeño y juegas al pilla-pilla y el único sitio seguro es "casa". Ellos tienen uno de esos. Un lugar donde se sienten seguros y libres de poder ser ellos mismos, rodeados de aquellos que les quieren. De verdad.




Si tienes un kamikaze no lo pierdas, cuídalo porque va a necesitar que le cuides, protégelo como él te protege a ti, y ríete con él, en vuestra risa al unísono encontrarás algo parecido a la felicidad absoluta. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

La casualidad de mi vida

Hace un par de días estábamos mis amigas y yo reunidas alrededor de una bandeja de sushi. No entiendo la moda de la comida japonesa, pero la verdad es que agradezco haberla descubierto. Es uno de mis planes favoritos... Estar sentada en el sofá rojo de Ana, la tele encendida, con la firme intención de ver una película a la que nunca prestas atención porque la conversación se alarga y con el whatsapp, la mayoría de las veces, desconectado. 



Pues bien, aquella noche, a medida que la salsa de soja se iba acabando y apenas quedaba un culín de la botella de lambrusco, nos pusimos filosóficas. Me gusta eso de adentrarme en los abismos de la humanidad con ellas como mejor compañía.

Desde hacía tiempo, más de una no estaba sola, por lo que muchas veces las conversaciones se dirigían hacia asuntos de índole romántica. Aquella tarde no podía ser menos, y entre Aristóteles y Platón empezamos a debatir sobre la casualidad. 



Os contaré la historia de mi amiga. 

Después de una relación ultra tormentosa, de esas que te consumen día tras día, apagan tu sonrisa y te convierten en una persona gris, ella decidió cortar por lo sano, borrar el año anterior y empezar a vivir. No fue fácil, pero a base de salidas, de cambiar el gris por el blanco y de mirar el móvil y ver que si tenía algún mensaje eran chistes en el grupo familiar, empezó a ser ella misma. Volvió a nacer.

Como muchos entenderéis, cuando terminas una relación que ha absorbido toda tu energía, lo último que quieres es meterte en otro marrón así. Seamos realistas, al final acabas viendo el amor como un peso que debes quitarte de encima. Cuando estas sola, estás contenta porque te sientes aliviada. 



Bien, pues después de varios meses borrando las sombras de aquella relación, y tras un par de citas cada cual más absurda que la anterior llegó Él. 

Algún día os hablaré de Él, con mayúscula. Hoy me limito a contaros la historia de mi amiga, para que las -y los- que hayáis perdido la esperanza, la recuperéis de algún modo. Continúo...

Se habían conocido en una discoteca. Como otras relaciones que conozco, es la casualidad la que pone a ambos en el mismo lugar, como si de alguna forma estuvieran destinados a conocerse, hechos para tener esa historia, para vivir ese momento. Semanas más tarde, y durante aquella conversación sobre la casualidad, mi amiga me preguntó qué hubiera ocurrido si aquella noche no hubiera estado en aquel lugar. Personalmente creo que eso no es una opción. No podemos hablar de condicional en lo que al amor se refiere. Si tienes que conocer a una persona, créeme, lo harás. 


"Buenos días, gorda". Esto fue lo primero que nos contó de Él. Se habían despertado juntos y, seamos sinceros, al despertar nosotras nos vemos horribles y no sé bien qué oscura fuerza mágica, hace que ellos nos vean preciosas. Mi amiga se enamoró en ese instante.

Aparentemente aquello parecía un ligue más de verano. Pero Él se quedó. Decidió cambiar sus planes por ella. Creédme, mi amiga se enamoró todavía más. Bastó que la hiciera reír, para que ella ya no pudiera sacarle, ni de su cabeza ni mucho menos del alma, donde Él había plantado la tienda de campaña y no parecía querer moverse de ahí.


A Él no le importaba nada más que tener la suerte de despertarse con ella. Desde aquel día, ella sabe que tiene apenas veinte minutos para cambiarse porque Él está en su puerta esperando. Sabe que si está asustada, Él le va a mandar tropecientos chistes para hacerla reír. Sabe que Él ha llegado cuando menos se lo espera. Y al final, ella sabe que ha encontrado a la casualidad de su vida, y ninguno de los dos piensa soltarse.



Mi consejo es claro: come sushi con las amigas, deja el gris en casa y sonríe, nunca sabes quién te puede estar mirando.