lunes, 23 de diciembre de 2013

Todo lo que te hubiera dicho

El otro día se coló en mi lista de spotify una canción que me hizo volver al pasado. Recordé cosas, pensé en momentos en los que hacía tiempo que no pensaba y sonreí como una niña con una piruleta. Todo eso en los tres minutos y pico que dura la canción. 

He estado pensando en lo que me diría a mí misma si pudiera volver atrás a lo Marty McFly...


Deja de enamorarte del primero que pasa. Eso que sientes no son mariposas, son retortijones de tanta comida basura. Deja de intentar hacer felices a otros, y sé feliz tú. No vale con poner buena cara y aguantar lo que te echen. No te conformes. Sobre todo eso, no te conformes. 

Lo que ahora entiendes como el mayor drama de tu vida, no es ni una pequeña parte de lo que vas a tener que pasar. Pero recuerda, no llueve para siempre y todo lo malo pasa. Sé tú misma en las buenas y en las malas, porque solo tú podrás sacarte de los líos en los que te metas. 


Cuando tienes algo que ganar, siempre te arriesgas a perder. Pero merece la pena arriesgarse. Porque quien no arriesga, no gana, y eso es totalmente cierto. 

Lo de que la gente pasa y deja huella, también cierto. Aunque a ti las huellas te las dejarán a fuego, pero de nuevo, todo pasa. La vida no es fácil, ni para ti ni para nadie. Hay que vivirla con todo lo que tenemos. Agarra el primer arma que encuentres pero elige bien con quién usarla. Ni tanto ni tan poco. No puedes ir desprotegida pero tampoco atacar a todo el que se te acerque. Lo de ladrar al prójimo no está mal, pero si sabes cuándo parar. 


Las películas nos evaden, nos hacen alejarnos de nuestra propia vida para implicarnos en la de otra persona, pero hay que saber diferenciar entre ficción y realidad. Los únicos príncipes con los que te vas a encontrar son los que ya tienen la corona puesta. 

En esta vida, si hablamos de confianza mejor decir que "da asco", antes que decir que "es ciega". Guárdate parte de ti para ti misma. No lo des todo a la primera de cambio, ni al primero que pase.   


Cometer errores está bien, más que bien. De ellos se aprende. Dicen que los humanos somos los únicos animales que tropezamos dos veces con la misma piedra. Tú tropezarás dos, tres y cuatro, pero de cada caída aprenderás, y lo más importante, te volverás a levantar. 

Quiere todo lo que tengas aunque no tengas todo lo que quieres. Con el tiempo tus necesidades cambian y también lo que otros necesitarán de ti. Aprende a diferenciar entre los que te quieren por ti y los que te quieren por lo que les das. A los primeros tenlos cerca, a los segundos no les des nada, se irán por su propio pie. 


Quiere con locura pero ama con sensatez. Nadie te va a querer más de lo que te quieras tú a ti misma. Así que ya puedes ir empezando. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

De ladridos va la cosa

Me he acordado hoy de aquello que me sucedía cuando iba con mi madre andando por la calle y se cruzaba un perro. Cuando eres pequeño, no solo de edad, sino de tamaño, cualquier bicho de cuatro patas se asemeja más a un Tyrannosaurius Rex (T-Rex para los amigos) que a cualquier otra cosa. Yo era de esas que veía un perro y me escondía tras las faldas de mi madre (faldas, faldas no, mi madre siempre ha sido mujer de pantalones). "Tiene más miedo de ti que tú de él", me decía. Ingenua yo, respondía siempre: "¿Y por qué me ladra entonces?"



Ella no sabía responder. Ahora, con unos añitos de más y algo de perspicacia de menos, me he dado cuenta que no solo los perros ladran cuando tienen miedo. Nosotros también. Cuando algo nos aterra o nos infunde cierto respeto tendemos a ladrar. A atacar con todas nuestras fuerzas. 

Supongo que es una forma de defendernos. "La mejor defensa es un buen ataque", dicen por ahí. Algún chino, seguro. Ahora son todo proverbios chinos. 


En fin. Atacamos. Tal cual. Tenemos miedo a lo desconocido, nos armamos hasta los dientes con lo que sea que encontramos por casa y nos lanzamos al vacío. Lo mismo pasa con las personas. Cuando nos adentramos en el inexplorado mundo de las relaciones no lo hacemos sin defensa alguna. Chaleco salvavidas, balas de fogueo, bengalas, radiobaliza y hasta botiquín. Todo y más.

Nos protegemos detrás de una armadura medieval antes de comenzar cualquier relación. Sea del tipo que sea. For example. A la hora de trabajar algunas personas se enfundan los tacones para sentir que viendo el mundo desde arriba tienen cierta ventaja. Otros, a falta de tacones se esconden tras monturas de culo de vaso que les hacen sentir más como Clark Kent que como Pepito Pérez. (Todo eso está muy bien. Pero al final vas a seguir siendo Pepito Pérez, con o sin gafas)



Ladramos. Constantemente. Lo peor es cuando dejamos de ladrar en soledad y empezamos a hacerlo en compañía, dirigiendo nuestros guau y nuestros ruf hacia otro ser pensante. Generalmente (más general que mente), nuestros ladridos impactan en aquellas personas a las que queremos. 

Es así. Cuanto más quieres, más ladras. Y ladras porque, de nuevo, tienes miedo. En otras palabras: estas cagao. Querer no es fácil, de eso ya hemos hablado. La parte más difícil llega cuando dejas de ser Miss Independent y te conviertes en No sin mi... lo que sea. 



Hay personas que viven bajo el lema: "Mejor prevenir que curar", pero lo que no saben es que siempre, siempre, acabas curando. 

Todo lo bueno tiene su parte mala. Tomarte un caramelo calma tu ansia de azúcar, pero tiene como consecuencia la alta probabilidad de tener caries. Así con todo. En serio. Amar tiene su parte increíblemente buena. Alguien con quien compartes la pasta de dientes (lo del cepillo va más en la línea de "la confianza da asco"), con quien compartes tus emociones, tus mejores historias, horas de avión y ratos de sueño. 

Pero como pasa también con el devenir de los días, llega la tormenta. El cielo nos regala rayos y truenos y nosotros, cuando llegan los problemas, ladramos, rebuznamos y rugimos. All at once. Todo en uno. A ninguno nos gusta que las cosas no vayan en la dirección que queremos, pero muchas veces, en los desvíos se esconden las mejores historias; igual que, si sois fuertes, después de las peleas, vendrá la mejor parte: las reconciliaciones.