Yo no soy muy diferente a vosotros. O quizá sí. Todavía no he llegado a averiguarlo. Decía Johnny Deep en 'Blow': "He tenido más momentos intensos de los que por derecho me corresponderían". A diario me pregunto cuál es la dosis de intensidad que aguantamos, porque, sinceramente, creo que estoy llegando a mi límite. Y, ¿qué hay después? ¿Qué queda cuando agotamos esos momentos? ¿Nos espera una vida de aburrimiento y tedio, viendo los días pasar? Porque de eso también he tenido.
No creo que me haya pasado nada diferente a lo que os haya podido pasar a cualquiera de vosotros. He ganado mucho, también he perdido y, a veces, he creído aprender de todo aquello. Y digo 'he creído' porque soy de esas personas que tiende a hacer lo que le da la gana, y la gana sale siempre del corazón. Error o no es cómo he elegido vivir. O tal vez la vida ha elegido por mí. No recuerdo sentarme a razonar si pensar o sentir.
Dicen que lo perfecto es un poquito de ambos, pero todos sabemos que mente y corazón nunca van en la misma dirección. Y así pasa, que te llevas ostias contra piedras que no apartas del camino porque te gusta que estén ahí. Y da igual cuántas veces te caigas, sabes que te seguirás cayendo las mismas veces que te levantes.
Y en esas estoy, cayéndome y levantándome, buscando algo diferente en cada día que me haga, por lo menos, apreciar la piedra. O como canta Marea: "Si eres piedra, da igual, yo seré pedregoso camino".
Pero no se puede pedir todo en esta vida. Bueno, por pedir que no sea, pero por alguna extraña razón pensamos que lo vamos a conseguir todo. Que podemos conseguir el amor a la primera de cambio, o lo que viene siendo lo mismo, que el primer beso o el primer polvo será el último. Que podemos ganar un sueldo que nunca será suficiente, porque nunca lo es, tocándonos las narices y que los ceros a la derecha traerán consigo más sonrisas y menos enfermedades. Algo de eso hay, pero en cuentagotas.
Y, que conste, que hablo en plural por sentirme más acompañada y porque espero que alguien ahí fuera se sienta igual, o parecido, y no ser así un bicho raro, una especie única y en peligro de extinción.
Aunque bueno, eso tiene su encanto.
Si algo soy, entre otras muchas y malas cosas, es una hipócrita. Soy una jodida hipócrita. Hablando de valentía cuando soy una cobarde, hablando del amor cuando es mi pesadilla, hablando de la vida cuando hay días que creo que estoy emocionalmente muerta.
Leyendo y releyendo estas líneas parece una carta de suicidio. Ni más ni menos. Mi egoísmo exacerbado no roza esos límites. Porque también soy de eso, egoísta hasta la médula. Arraso por donde paso. Si fuera un malo, malísimo, sería de los que no dejan títere con cabeza.
Siempre me ha importado un culo lo que piense la gente de mí. O, dicho de otra forma menos soez, nunca me ha importado la opinión de los demás. Os lo he dicho alguna que otra vez y, si no lo he hecho, desde luego lo he pensado. Hagas lo que hagas, seas como seas, habrá gente a la que le guste y habrá gente a la que no.
¿De verdad vamos a buscar el reconocimiento de todo el planeta? Somos más de siete mil millones, que conste. No, desde luego que no se puede agradar a todo el mundo. Y eso jamás ha sido mi intención.
Si algo soy, y de eso sí que estoy orgullosa, es feliz. Me desperté un día cansada de estar triste, harta de ver cómo el día se convertía en noche y cómo mi vida se iba por el desagüe sin haber vivido ningún conflicto del que mereciera la pena escribir. Y así, de repente, decidí ser feliz. Porque venga lo que venga, el sonreír cada mañana y apreciar la nieve en Madrid a pesar del frío, es tu elección. Y yo ya he elegido.
Esta soy yo, encantada de conocerte.