Como los lunes, los amaneceres, el día de tu cumpleaños, el mes de septiembre. Así es Año Nuevo, un punto de inflexión donde se empieza de cero -o eso se pretende-. Se prometen cambios, mejoras, los putos y jodidos propósitos que, al final, el día dos de enero pasan al olvido. ¿Verdad? Y eso sucede, simplemente, porque nos empeñamos en fijarnos metas tan sencillas que al final, nos aburren.
Yo no voy a decir que iré más al gimnasio, ni que dejaré de fumar, ni que ahorraré algo de dinero, ni que estudiaré más, ni que saldré menos. No estamos para tonterías.
Yo no voy a dejar que se vayan más trenes, ni voy a perder el tiempo esperando(te) en la estación. No voy a rendirme pero tampoco voy a luchar por causas perdidas. No voy a gastarme en historias vacías. No voy a dejar que otros marquen mi camino, ni voy a pretender ser guía turística de nadie. Ni siquiera de ti.
No voy a vivir mirando al pasado, porque me he cansado de dolores de cuello. No voy a arrastrar fantasmas, ni demonios, que ya debieron quedar en el olvido. No voy a desenterrar cuentos de dolor y sufrimiento, cuando es más divertido recordar lo bueno y esperar que el futuro traiga consigo momentos todavía mejores.
No voy a poner nombres ni a clasificar historias. Voy a cerrar los ojos y a dejarme llevar, que ya me toca. No voy a vivir midiendo los riesgos ni los peligros, porque a veces hay que acelerar sin preocuparse por el precipicio.
No voy a tener (tanto) miedo, ni voy a saciar la rabia con odio. No voy a querer(te) a medias ni a justificar los tropiezos con mentiras. No voy a seguir rompiéndome el alma contra tu pecho.
No voy a permitir que mis errores condicionen la vida que quiero llevar. Porque todos somos humanos. Voy a hacer caso a Woody Allen cuando dijo: "Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas". No voy a hablar en vano, ni mucho menos escribir porque sí. Hoy voy a coger el valor de las entrañas para vivir.
Hoy, hoy voy a decirte que la vida es más bonita desde que te (re)tengo, que el día uno de enero no es más que otro día en esta historia que quiero compartir contigo. Hoy voy a soltarme el pelo, a dejar que el aire acaricie mis mejillas y que se enrojezcan con el frío. Hoy, desde luego, no voy a permitir que este frío me retuerza los huesos.
Hoy voy a almacenar más recuerdos que fotografías; porque los mejores momentos son aquellos cuyo único testigo es nuestra memoria. Este año voy a escribir sobre ti, y sobre ti también, sobre ellas, sobre lo bonita que es la vida si sabes cómo mirarla y sobre el camino de baldosas amarillas. ¿Me acompañas?
lunes, 4 de enero de 2016
jueves, 24 de diciembre de 2015
Carta a todo el que se ponga por delante
Quiero despertarme y leer un titular que diga que hoy todo va bien. Quiero que dé igual con qué pie pisar primero, porque va a ser un buen día (aunque caiga de cabeza). Quiero despertarme y verte, aunque sea roncando, y recordarme a mí misma que, después de la voz de Frank Sinatra, el tuyo es el sonido más hermoso.
Quiero poder decir las palabras hermoso, bello y amar, y que nadie me tome por descendiente de William Shakespeare. Quiero mirarme en el espejo, apartar las legañas, y sentirme orgullosa (y ya de paso, feliz) de la persona que tengo ante mí.
Quiero seguir escribiendo cartas a Papá Noel, Reyes Magos, al Ratoncito Pérez e incluso al Hombre del Saco, a ver si viene a buscarme y me suelta en alguna playa, a poder ser, del Mediterráneo.
Quiero que no se nos olvide que un día fuimos niños y que todavía tenemos que seguir siéndolo. Porque como dijo el escritor británico Gilbert Keith Chesterton: "Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa en ella es una maravilla". Y esto, queridos, se nos ha olvidado.
Hemos olvidado la emoción de esperar por los regalos, de sentarnos en la mesa y recordar, precisamente, cómo eran las cosas cuando medíamos medio metro. Hemos olvidado lo que significa compartir, las discusiones por política que acaban en risas y en botellas de vino vacías. Hemos olvidado que la vida está para vivirla, para almacenar recuerdos y fotografías que algún día, nos alimentarán.
Quiero que corra el champán y no la sangre, que esta noche -y mañana, y al otro- las únicas armas que tengamos en las manos sean abrazos. Y que imágenes como esta se repitan día sí, día también.
Quiero que todo se haga porque sí, que no haya motivos ocultos para el exceso de cariño, ni para los favores. Quiero que no haya ausencias y que, si las hay, se recuerden a cada momento. Quiero que la vida siga repartiendo buenos momentos, para mí, para ti y para todos. Porque aunque haya quien me lleve la contraria, siempre he creído y creeré hasta el punto y final de mi vida, que cosas buenas le pasan a la gente buena.
Quiero que dejes de tener miedo de vivir, que dejes de andar cabizbajo y que el agobio deje de colarse por cada poro. Quiero que juegues bajo la lluvia y que el frío no esté lo suficientemente bajo cero como para que nieve. Y que ese sea tu único motivo de enfado.
Quiero que hoy olvidemos a quien hay que olvidar porque no merece la pena seguir recordando, pero que nos acordemos una y otra vez de aquel al que nunca debimos olvidar. Porque la vida es así de traicionera, pero somos más fuertes y, si nos apetece, le ponemos la zancadilla y seguimos el camino de baldosas amarillas.
Quiero que hoy cojamos el teléfono y marquemos ese número que hace tiempo que no marcamos pero que, como montar el bicicleta, nunca se olvida. Y que no haya reproches, solo palabras de amor, de cariño, un cómo te va todo y un tengo ganas de verte, vamos a tomarnos una cerveza. Y que la respuesta a eso esa un una no, dos o tres.
Quiero irme a dormir esta noche pensando: "Hoy ha sido un buen día, y mañana será mejor". Feliz navidad.
Quiero poder decir las palabras hermoso, bello y amar, y que nadie me tome por descendiente de William Shakespeare. Quiero mirarme en el espejo, apartar las legañas, y sentirme orgullosa (y ya de paso, feliz) de la persona que tengo ante mí.
Quiero seguir escribiendo cartas a Papá Noel, Reyes Magos, al Ratoncito Pérez e incluso al Hombre del Saco, a ver si viene a buscarme y me suelta en alguna playa, a poder ser, del Mediterráneo.
Quiero que no se nos olvide que un día fuimos niños y que todavía tenemos que seguir siéndolo. Porque como dijo el escritor británico Gilbert Keith Chesterton: "Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa en ella es una maravilla". Y esto, queridos, se nos ha olvidado.
Hemos olvidado la emoción de esperar por los regalos, de sentarnos en la mesa y recordar, precisamente, cómo eran las cosas cuando medíamos medio metro. Hemos olvidado lo que significa compartir, las discusiones por política que acaban en risas y en botellas de vino vacías. Hemos olvidado que la vida está para vivirla, para almacenar recuerdos y fotografías que algún día, nos alimentarán.
Quiero que corra el champán y no la sangre, que esta noche -y mañana, y al otro- las únicas armas que tengamos en las manos sean abrazos. Y que imágenes como esta se repitan día sí, día también.
Fotografía: @alilopp |
Quiero que todo se haga porque sí, que no haya motivos ocultos para el exceso de cariño, ni para los favores. Quiero que no haya ausencias y que, si las hay, se recuerden a cada momento. Quiero que la vida siga repartiendo buenos momentos, para mí, para ti y para todos. Porque aunque haya quien me lleve la contraria, siempre he creído y creeré hasta el punto y final de mi vida, que cosas buenas le pasan a la gente buena.
Quiero que dejes de tener miedo de vivir, que dejes de andar cabizbajo y que el agobio deje de colarse por cada poro. Quiero que juegues bajo la lluvia y que el frío no esté lo suficientemente bajo cero como para que nieve. Y que ese sea tu único motivo de enfado.
Quiero que hoy olvidemos a quien hay que olvidar porque no merece la pena seguir recordando, pero que nos acordemos una y otra vez de aquel al que nunca debimos olvidar. Porque la vida es así de traicionera, pero somos más fuertes y, si nos apetece, le ponemos la zancadilla y seguimos el camino de baldosas amarillas.
Quiero que hoy cojamos el teléfono y marquemos ese número que hace tiempo que no marcamos pero que, como montar el bicicleta, nunca se olvida. Y que no haya reproches, solo palabras de amor, de cariño, un cómo te va todo y un tengo ganas de verte, vamos a tomarnos una cerveza. Y que la respuesta a eso esa un una no, dos o tres.
Quiero irme a dormir esta noche pensando: "Hoy ha sido un buen día, y mañana será mejor". Feliz navidad.
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