lunes, 3 de noviembre de 2014

Como un orgasmo de la vida misma

No digas que no te lo advertí. Has hablado mil veces de amores en bucle, tenías un máster en perdonar lo imperdonable, un doctorado en relaciones tóxicas y ahora te has visto metida en el ajo buscando una sola alternativa. Te dije que no iba a ser fácil aplicar la teoría desde dentro. Y ahora es tu decisión. Haz lo que quieras. Pero no es el fin del mundo. Si, ni siquiera aunque sea el mismísimo:  "Vietnam Sentimental".

¿Te acuerdas cuando gritamos a la vez "QUÉ GRAN VERDAD" cuando escuchamos aquella frase en la serie de moda que decía ... "Si me engañas una vez es tu culpa, si me engañas dos es la mía"? Y si, qué drama. Intentas aplicarla pero no puedes, porque no paras de pensar en que ya no le vas a ver más, ya no le vas a besar más, ya no irás a cenar a ese sitio que ibais siempre...(Llantos y más llantos) ¿De verdad quieres eso a toda costa?, ¿aunque sea irreal?, ¿aunque el sentimiento no sea mutuo? Qué poco te quieres, ¿no? Y no me vengas con ese rollo de que te vas a morir, que no puedes vivir sin él, que no sabes como salir de esta. Que sí, que vas a salir y que si no sales de esta pues entro yo contigo.



Que todas hemos escuchado todo tipo de excusas baratas, desde el clásico "yo no quería" hasta el típico "tus amigas se lo inventan porque quieren jodernos". Y no, no esperes que te lo reconozca jamás porque eso es demasiado pedir. No te quedes sentada esperando que toque en la puerta y te de las gracias por el tiempo invertido en una relación que sólo tiene penas y discusiones. No pretendas que venga a rescatarte de la pesadilla en la que crees que vives y te diga que todo ha sido un error. No  dejes que te convenza replanteándote si eres tú la loca, o si a lo mejor te has pasado de la raya. No caigas, tú y yo sabemos que la única locura que necesitamos es la de los viernes por la noche





Todo esto está muy bien pero tanto tú como yo sabemos que tiene fecha de caducidad. Era una batalla perdida antes de empezar. Las probabilidades de que acabes con ese tipo de personas son nulas. Tan nulas como él. Simplemente ahora crees que es imposible, pero acuérdate que no hay nada imposible, sólo improbable. Y que lo más probable es que un día como por arte de magia te canses y salgas de esa espiral de consumo. No le busques a él. Si tienes que buscar algo, busca un trabajo, busca una amiga, busca un lugar a donde ir o busca a Salem que para eso estamos, no? Porque él tiene el mismo miedo que tenía Alejandro Sanz cuando cantó "no hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes nada". Y tú estás asustada sólo porque no entiendes cómo, cuándo, ni porqué dejo de sentir por ti, pero lo mejor es que lo aceptes aunque te intente convencer que esto que estás leyendo es pura basura.




¿Quieres que te cuente un secreto? Esa clase de tíos acostumbrados a tenerte siempre, cuando pasa el tiempo y ven que te han perdido, salen a buscarte. Y casi siempre es demasiado tarde. Deberías hacerme caso sólo por descubrir el tipo de satisfacción de la que te hablo. Vuelven cuando mejor estás y cuando ves su nombre en la pantalla del móvil y te das cuenta que no se te ha movido ni un sólo músculo de la cara, cuando le ves volver con el rabo entre las piernas, sientes algo así como un orgasmo de la vida misma. 



V.L.




lunes, 27 de octubre de 2014

La vida se vive, no se sobrevive

Hace tiempo me preguntó cómo pensaba que le veía el resto del mundo. Si era realmente el monstruo que muchas veces encontraba frente al espejo o si otros eran capaz de verle como le veía yo: el hombre más maravilloso del mundo. Nunca supe qué responder. Más tarde comprendí por qué.

Lo único que le convertía en hombre era su barba de tres días, que llevaba más de una semana intentando brotar, los pelos del cuerpo y la fecha del DNI. Por lo demás, era un niño. Un niño inquieto, hipócrita y egoísta que se negaba a ver más allá de la neblina que se había dibujado frente a él. Si algo resultaba un problema, al cajón, y ahí se podía quedar. Y no hay nada más cobarde. 

Nunca supe si me mentía, si sus palabras eran enteramente ciertas o si se guardaba medias verdades bajo la manga. Me habían engañado tantas veces que podría haber protagonizado La Fille sur le Pont porque a mí, 'todos los días de mi vida me han engañado'. 


Por aquel tiempo él era todo lo que se podía pedir. Todo lo que en ese momento yo pedía. Comercializaba consigo mismo, me ofrecía su vida, su amor y su tiempo a un precio que, entonces, pensaba que era más que razonable. Como todo, al final, lo barato acaba saliendo caro. Y lo que pagué por él fue más allá de mi tiempo. 

Era un niño con zapatos de hombre. Daba igual la naturalidad con la que se encendiera los cigarros, y la forma de hablar, como si ya hubiera elegido de antemano las palabras que sabía que iban a calar -y calaban- profundamente. Con su sonrisa podía convencer a cualquiera de lo que fuera. Y a eso jugaba conmigo. A convencerme de que la vida tenía sentido sólo porque él había decidido regalarme su tiempo. Y tenía que estar agradecida. 

Maldito egoísta. La vida tiene sentido porque yo tengo sentido, porque yo elijo y vivo. La vida es más que sobrevivir un día y otro, y otro más, y al siguiente también. La vida se vive, no se sobrevive. Y eso lo aprendí el día que di un portazo y decidí que ya no quería que fuera detrás, con plegarias y lamentos y promesas que no valen nada. 


La vida no está hecha para repetir las malas decisiones, para tropezarse con la piedra hasta hacerla parte del camino. Tampoco está hecha para agarrarse al primero que pasa, ni al segundo, ni al tercero. Porque pocas cosas salen bien la primera vez. La vida es más que eso. Tiene que ser más que eso. Sino, hace tiempo que estaríamos todos muertos o, por lo menos, fuera de combate. 

La vida está hecha para disfrutar de cada amanecer y de cada atardecer sin tener una cadena atada al tobillo que te impida acercarte lo suficiente al mar para sentir su brisa. Hay personas que han hecho de la maldad y del egoísmo su estandarte y lo llevan tan pegado a la piel que es parte de ellos. 

Y te cazan, y te compran, y te usan y te desusan a su poder y a su antojo hasta que de ti solo quedan los huesos. Y componerte lleva tanto tiempo que, a veces, perdemos la esperanza de volver a ser quienes éramos. Y es probable, más que probable, que jamás volvamos a ser aquellas personas. Porque nos han maltratado, nos han obligado a sobrevivir. 

Y la vida, se vive. Y no me cansaré de decirlo. Y después del daño hay más vida. Porque todo se cura, y eso es algo que muchas veces olvidamos. Hay cura para casi todo, y para los golpes en la cabeza y los corazones rotos, también. 



Mi historia no tiene desperdicio, y algún día, os contaré los detalles. Cuando averigüe qué fue verdad, si es que en algún momento hubo algo de cierto en aquellas palabras -de mierda-, en aquellos gestos -ásperos- y en aquella sonrisas -de mierda, sí, más mierda-. 

Pero sobreviví. Sobreviví a aquello y volví a vivir. A vivir una vida que me correspondía, y que pienso seguir viviendo. Porque la respuesta a aquella pregunta, de cómo era él, tendría que haberla respondido pensando en cómo era yo, y si se correspondía con la persona que quería ser.