sábado, 21 de febrero de 2015

Enamórate

Enamórate, enamórate todos los días. Enamórate de la lluvia, del sol, de las estrellas que se cuelan entre los edificios, enamórate también de esos edificios. Enamórate de tu trabajo, de tus estudios, de la ropa de tu armario y de la de los escaparates. Enamórate de tu casa, de tu familia, de tu perro. Enamórate de la persona que ves tras el reflejo en el cristal. 

Enamórate del vecino, del camarero del bar, de tu profesor. Enamórate con urgencia pero con cuidado. Enamórate sin pensar en consecuencias pero prepárate para cuando las haya. Enamórate con corazón pero sin olvidarte de la cabeza.



Enamórate del que te mire porque no puede dejar de mirarte, del que te regala lo más valioso que tiene: su tiempo. Enamórate del que te llama solo para escuchar tu voz y del que tiembla cuando te acercas. Enamórate del que te recibe con una sonrisa y del que no puede evitar reírse cuando te enfadas. Enamórate del que te regaña porque comes demasiadas chucherías y no del que lo hace por la longitud de tu falda.

Enamórate del que imagina un futuro contigo y va más allá de la imaginación. Enamórate del que piense que veinticuatro horas no son suficientes a tu lado, del que no se canse ni se queme ni se harte. Enamórate del que gaste su tiempo en conocerte, del que conciba tus defectos como virtudes. Enamórate, no del que diga que eres su favorita, sino del que afirme que eres su única.



Enamórate del que se pelee solo para reconciliarse después, del que se ría contigo y nunca de ti. Enamórate del que te amenace con matarte a besos y no a lágrimas.

Enamórate del que no te pida nada y te lo dé todo. Enamórate, no del que te prometa un final feliz, sino del que no te dé un final. 

Enamórate del que quiera todo contigo y nada, sin ti.

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