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martes, 1 de octubre de 2013

Compañeras de todo un poco

Me gusta darme un paseo por los blogs. Conocer qué quieren decir otros es la mejor forma para encontrar la inspiración para lo que quieres decir tú. En esta búsqueda, me topé con Café Desvelado. Hablaba de los veintitantos, de lo que ocurre cuando alcanzas esa franja temporal que abarca desde los veintipocos, casilla en la que me encuentro.  


"El círculo de amigos se ha reducido en número pero aumentado en calidad"

Después de leerlo, miré mi retrovisor personal, aquel que me lleva al pasado; y empecé a pensar en aquellas personas que ya no están. Les descarté de inmediato bajo el pretexto -bastante cierto- de que si ya no están será por algo. 



A continuación mi mente se dirigió a aquellos que sí que están. Y, repentinamente, de ese grupo de personas a las que considero grandiosas por aguantarme en mis días buenos pero, sobre todo, en los malos, pasé a seleccionar las que quiero que no solo ocupen mi presente sino también mi futuro. 



Básicamente son todas las que ahora están; pero la vida me ha enseñado que muchas se acabarán yendo, o me iré yo, quién sabe. Lo importante es que todas aquellas almas forman parte de un todo, dejan su huella impregnada en la memoria y, para bien o para mal, forman parte de tu álbum de recuerdos. 



Me gusta pensar que tengo ciertas personitas que llevan varios años acompañándome en esta aventura. Comparten tus días, te acostumbras a tenerles todo el tiempo, llegáis a tal grado de complicidad que solo con una mirada ya sabéis en qué estado se encuentra la otra persona. 

A veces ocurre que conoces a alguien desde edades primitivas y desprenderte de esa persona te cuesta horrores. Habéis caminado, luchado y llorado juntas, hasta os habéis emborrachado juntas -con el alcoholismo extendido en estos tiempos, eso tampoco es difícil- y esa persona forma parte de aquellas con las que puedes ser tu mismo. Yo diferencio a esas personas porque, cuando quiero llorar, de esos llantos que más se parecen a tsunamis, me acerco a ella y las lágrimas brotan solas.



Si hay algo en esta vida que no quiero perder, es a ese grupo de personitas, cada cual tan especial como la anterior, que dan color, vida y alegría a los momentos más grises, que te acompañan día sí y día también, y que no dudan en cogerte el teléfono aunque sea la hora del gallo para darte dos o tres consejos que te solucionen la jornada. 





Lucha siempre por aquellas personas 
que sabes que lucharán por ti.