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lunes, 4 de noviembre de 2013

Buscando el equilibrio

Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. Tengo un hueco en la cama que lleva tu nombre y un cajón en el armario donde solo caben tus calcetines. Tengo medio depósito de gasolina y me sobra uno entero de diésel. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos.



Tengo los zapatos viejos, los vaqueros rotos y las camisas sin botones. Tengo el cenicero hasta arriba y las ventanas abiertas por donde se cuela el viento aullando tu nombre. Tengo la televisión encendida con el sonido en silencio. Tengo lágrimas que saben a mar y el mar a más de trescientos kilómetros. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos.

Tengo tanto sueño que me duermo de pie. Tengo una carta a medias, un sobre rasgado por la mitad y un sello sin pegar. Tengo los ahorros en un tarro de galletas que alguien se comió por accidente. Tengo la botella de vino, las velas y la cena, pero me faltas tú sentado en la mesa. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 



Tengo la convicción de que si grito apareces. Tengo los pétalos de las últimas flores que me regalaste esparcidos por el suelo y una escoba que no barre por miedo a llevarse algo más que polvo. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 

Tengo pelusas debajo de la cama y algún calcetín que olvidaste a deshora. Tengo la cabeza llena de recuerdos que incrustaste en mi mente. Tengo un sábado de lluvia con ganas de lunes. Tengo un reloj que no marca la hora y un calendario sin trece. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos.


Tengo acordes de Santana y letras de Extremo. Tengo tu cuaderno de notas y todas las disculpas que quepan entre sus páginas. Tengo tu firma en mi espejo. Tengo todo el tiempo del mundo para pasarlo contigo. Tengo billetes a ninguna parte y un abono transporte para cruzar el Atlántico. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 

Tengo confesiones por un tubo y declaraciones de amor a mansalva. Tengo más de dos minutos y tantas vidas como un gato. Tengo ideas de bombero. Tengo más imaginación que John Lennon y tanto arte como un escarabajo pelotero. Tengo alas para irme y ninguna gana de volar lejos. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 



martes, 22 de octubre de 2013

De pupitre y almohada

He aprendido que más vale tarde que nunca y que las segundas oportunidades son las últimas. Que la confianza que se pierde muy pocas veces se gana y que no se debe confiar en quien más confías. 

He aprendido que mejor solo que mal acompañado pero que la compañía siempre es necesaria. Que la soledad está bien pero que emborracharse de ella trae la peor de las resacas.



He aprendido que no debemos darnos por vencidos y que el te quiero, a la cara, suena mejor. Que el whatsapp lo carga el diablo y que déjate de mensajes y hazme una visita.

He aprendido que el color rosa no siempre es de chica y que a ellos también les gustan las mariposas. He aprendido que cualquier cena sabe mejor si la comes con las manos y que los palillos no sirven para nada. 


He aprendido que en el amor más vale ser honesto y que mirando a los ojos siempre surge la risa. Que los miedos se van si tienes quien te proteja y que los traumas dejan de ser traumáticos si cierras los ojos.

He aprendido que la vida es p*** y te quita lo que más quieres, pero que te deja vivir de los recuerdos para que no te sientas tan solo. He aprendido que los perros también tienen custodia compartida. 


He aprendido que quien apuesta por ti estará siempre y que quien no lo hizo no lo hará nunca. Que lo más antiguo no tiene por qué ser lo mejor pero que lo que dura será bueno siempre.

He aprendido que la vida se disfruta más sonriendo y que para llorar siempre tenemos las películas. Que toda decisión tiene su coste de oportunidad y que todo tiene que valer la alegría, no la pena.


He aprendido que el karma is a bitch pero que si siembras, recoges. Que la suerte puede estar de tu lado y que las suites de los hoteles también pueden ser baratas.

He aprendido que el dinero no lo compra todo y que los abrazos no se pagan con dinero. He aprendido que el dolor es inevitable pero que sufrir es opcional. 


He aprendido que para que haya luz se necesita oscuridad y que sin momentos malos no valoraríamos los buenos. He aprendido que hay personas que cambian, sin ticket ni etiqueta.

He aprendido que los viajes en coche no tienen por qué ser aburridos y que el postre con dos cucharas tiene mejor sabor. 


He aprendido que me queda mucho por aprender

jueves, 17 de octubre de 2013

Lo que ella fue

Hace tiempo que no pensaba en ti. Me has dado una tregua en este maldito despropósito de joderme todo lo que hago, lo que digo y lo que pienso. Me has dado tiempo para reconstruirme, empezar de cero, volver a nacer. Pero aquí estás otra vez. 



Me pregunto si seguirás durmiéndote con la cara pegada al teclado del ordenador y si seguirás despertándote a cuadros. Si te sigue gustando el chocolate blanco más que cualquier otra cosa y si sigues pensando que el pescado está mejor siendo pez. 

Quisiera saber si sigues leyendo novelas rosas y si habrás encontrado a tu príncipe azul. Si tus zapatos siguen estando tirados en el armario y si continuas metiendo los pantalones en la secadora para que encojan antes de una noche de viernes.



Me pregunto si sigues echando de menos las noches de desvela, las películas de Disney y las cenas a deshora. No sé si te acordarás de los viajes, de los trenes a Hogwarts y de los helados de cinco bolas. Yo los recuerdo todos. 

Me pregunto si te sigue gustando más la playa que la montaña y si sigues diciendo a la gente que veraneas en una isla. Si sigues viendo todas las telenovelas que echan en Nova y si sigues pensando que madrugar es cosa de marcianos.



Me pregunto si sigues comiéndote solo los m&m marrones porque "son más naturales", y si sigues atiborrándote a gimnasio. Si sigues pensando que te pareces a aquella actriz de cine y si las alitas de pollo te siguen recordando a nuestra infancia.

Creo que no quiero saber de ti. Duelen las despedidas pero duele más no haberlas tenido. Me pregunto si tu pensarás lo mismo, si sigues igual de morena y si tu coche sigue rugiendo en plena sabana africana.



Quisiera decirte tantas cosas. No he pensado en ti, no he querido hacerlo. Duele la ausencia de quien una vez fuiste, no de quien eres ahora. Me pregunto si algún día leerás esto, o harás como con aquella biografía de Marilyn que seguramente siga en el asiento trasero de tu coche. 

No recuerdo bien la última vez que te vi, ni hace cuánto fue. Tampoco me acuerdo de lo que te dije ni si te di un beso antes de irme, irte o irnos, o si fue un abrazo de esos que transmiten vida.

Me pregunto tantas cosas. Y sé que tú ninguna. Me dijeron una vez que me abrazara a quien me abrace, y tú dejaste de abrazarme hace tiempo. 


lunes, 14 de octubre de 2013

Declaración de intenciones


Copiando a Neruda, yo también puedo escribir los versos más tristes esta noche, puedo escribir que le quiero, que mi estado de humor depende de su sonrisa y que sus palabras bien son puñales o pueden convertirse en leves caricias. 

Sus manos son mejor sensación que las sábanas frías y me gusta su boca tanto como despertarme tarde. Puedo imitar a Salem diciendo que por verle feliz me marcharía, pero que para hacerle feliz permanezco, pero sería una mentira, como otras tantas que se dicen. 



Soy demasiado egoísta como para irme de su lado y dejar que otra persona ocupe un lugar que únicamente a mí me pertenece. Soy egoísta y me enorgullezco, no quiero que nadie más que yo acaricie los rizos que terminan en su nuca, ni sienta sus manos grandes sobre su cuerpo. Soy egoísta y lo digo porque así lo siento. 

Podría pasarme horas hablando de su cuerpo, de su sonrisa burlona de niño pequeño, de su nariz torcida por un golpe del destino y de sus ojos oscuros. 



Sus ojos no son nada del otro mundo, aunque proceden de otro planeta. Su mirada me mata y por ella mataría. No hay nada de diferente que le haga tan especial, pero es por Él por quien despierto y con Él vuelvo a soñar. 

La peor sensación es sentir el vacío que deja cuando se va, y el mejor sonido del mundo es escucharle llegar, en un coche grande para que quepa todo Él, delgadito con el corazón de elefante. 

Con un "adiós princesa" se despide, dejándome en la ventana, esperando que vuelva a pasar y, en algún momento, no vuelva a irse jamás. 

Soy egoísta y le quiero solo para mí. Le secuestraría. A él, a su perro, a sus camisetas blancas y a sus vaqueros rotos. Todo él. Lo dijo Benedetti, yo lo leo y lo releo y solo pienso en Él. Porque Él existe donde quiera pero existe mejor donde le quiero.



jueves, 10 de octubre de 2013

When we were young

Cuando éramos pequeños nos hablaron de los sueños, de lo fácil que sería ser feliz si los persigues hasta alcanzarlos. Nos contaron que la palabra imposible no existe y que para los ingleses sí es posible. Nos trataron como niños cuando quisimos dejar de serlo y nos convirtieron en adultos cuando todavía nos sentíamos niños. Transformaron nuestra infancia en una conexión constante. Nos prohibieron meter los dedos en los enchufes pero nos obligaron a vivir enchufados


Nos obligaron a vaciar el plato porque hay niños que se mueren de hambre pero nos convencieron de que la belleza está en no comer. Nos emborracharon de historias para ahogarnos en la resaca del día después. Nos dijeron que los príncipes azules existen pero los escondieron debajo de las piedras. Nos enseñaron que sin amor no se puede vivir y que mejor solos que mal acompañados. Nos dieron coches rápidos pero nos obligaron a parar en cada semáforo. 


Nos dejaron dormir hasta tarde para despertarnos a gritos. Nos convencieron de que la vida son dos días y que la muerte es una forma más de estar vivo. Nos rompieron la cara y lo justificaron diciendo que el tiempo cura todas las heridas. Nos enseñaron que todo pasa por algo y que lo que no pasa, también es por algo. Nos dieron cariño para quitárnoslo después. 


Nos vendieron promesas y nos dieron guantazos. Nos robaron el alma para luego venderlo al mejor postor. Nos obligaron a creer que el fin justifica los medios y que el egoísmo es la mejor de las virtudes.

Nos forzaron a dormir ocho horas pero nos quitaron horas de sueño. Nos preguntaron qué queríamos y no nos dieron nada. Nos enseñaron a andar y nos subieron a unos tacones. Admiraron nuestra belleza pero nos cubrieron de maquillaje. 


Nos leyeron cartas de amor que no eran para nosotros. Nos vendieron la moto y nos estafaron a dos ruedas. Pintaron corazones y los tacharon con permanente. Nos hablaron del para siempre y añadieron un nunca. Nos contaron que crecer sería divertido y nos cargaron de trabajo. Nos aburrieron con historias sobre lo que podríamos ser y nunca seríamos. Nos construyeron alas para cortarlas más tarde. 


Nos enseñaron a hablar pero prohibieron nuestra voz. Nos lloraron en vida y nos sonrieron en muerte. Nos mandaron flores con aroma a remordimiento. Escribieron mensajes y los llenaron de mentiras. Nos prometieron la luna, pero nos ocultaron parte. Nos olvidaron y nos obligaron a recordarles. 


Eso sí, si no lo hacemos nosotros antes.


domingo, 6 de octubre de 2013

Escápate (conmigo)

Hace apenas unas horas que he aterrizado en el aeropuerto de Madrid-Barajas. Vuelvo después de tres días fuera. Me he escapado de la capital. Y os lo recomiendo a todos. 


Llega octubre y todo cambia, atrás ha quedado la resaca del verano, las sábanas ligeras se han convertido en edredones y el aire del coche ya no está a 20º. Todo ha cambiado y nos toca asimilarlo.



Soy de esas personas que detesta el frío. Me encantan las noches de lluvia, de películas interminables y de calcetines de colores, pero como todo, en pequeñas dosis -y en estupenda compañía, sino, no vale-. Sé que nos pasa a muchos, sobre todo a los que vivimos en grandes ciudades en las que para respirar algo de naturaleza nos tenemos que adentrar en las profundidades del Parque del Retiro. 

Los edificios altos, las carreteras con atascos eternos, las prisas, las salas de cine abarrotadas, el sonido del despertador entonando en nuestros oídos, el bullicio propio de toda ciudad que se precie, nos causa trastornos de todo tipo. Tengo la teoría de que es mucho más difícil ser feliz en una ciudad en la que todos llegan tarde a cualquier sitio. 


Cuando noto que la ciudad se envuelve sobre mí con la intención de exprimir toda mi energía, aprovecho y me voy. Tal cual. Me largo. Cojo un avión y me voy.

Tengo la inmensa suerte de poder huír a uno de los lugares más paradisíacos del mundo, a solo 55 minutos en avión -un poquito menos para Ryanair, que no se sabe por qué siempre llega antes-. Pero no es necesario irse a una isla en mitad del Mediterráneo para que la terapia funcione. Solo hay que salir de Madrid, de Barcelona o de la gran ciudad en la que vivas. 

Siento una profunda envidia por aquellas personas que lo único que necesitan es un coche con algo de gasolina y 30 minutos de su tiempo para desaparecer. Tener una casa en zonas de Sierra, una finca en mitad de la llanura manchega o un apartamento en la costa levantina. ¡Qué lujo! 


Al final, si lo razonamos bien, nos pasamos diez meses del año envueltos en mantas, esperando que llegue el sol, el calor, la operación bikini, noches de alcohol y todo aquello que acaba demostrando que la vida no es suficiente.

Nos han echo creer que las vacaciones solo existen en julio y agosto y, si eso, en Navidad -para aquellos desgraciados que tienen (me incluyo) que estudiar en diciembre, estas no cuentan-. Pero quienes firmaron aquello se equivocaban. Las vacaciones de otoño sientan incluso mejor. Somos más felices después de dormir hasta tarde, dar paseos por la playa con vaqueros y jersey o caminar a la orilla de un lago, inspirando aire en su plena composición química. 


Todo esto está al alcance de everybody. De ti, de mí, de él, incluso de ella también. No es necesario tener una propiedad con o sin hipoteca en Navacerrada, ni un piso playero en Denia, ni mucho menos una mansión con vistas a la playa de Sitges.

Para resetear la mente, cargar baterías y volver al 100% solo hay que buscar un destino, encontrar la mejor compañía, hacer una maleta con lo indispensable y partir sin mirar atrás. 

Probablemente tus vacaciones solo duren lo que dura un fin de semana, pero no pienses en lo que te queda, aprovecha y vive el ahora. Disfruta de la oportunidad de ver estrellas sin tener que acudir al planetario. 




Nos enseñaron a sentir en dirección obligatoria
y nos llenaron la vida de semáforos.
Nos dijeron lo que se debe y lo que no
y que siempre quedaríamos debiendo.
(Carlos Salem)

martes, 1 de octubre de 2013

Compañeras de todo un poco

Me gusta darme un paseo por los blogs. Conocer qué quieren decir otros es la mejor forma para encontrar la inspiración para lo que quieres decir tú. En esta búsqueda, me topé con Café Desvelado. Hablaba de los veintitantos, de lo que ocurre cuando alcanzas esa franja temporal que abarca desde los veintipocos, casilla en la que me encuentro.  


"El círculo de amigos se ha reducido en número pero aumentado en calidad"

Después de leerlo, miré mi retrovisor personal, aquel que me lleva al pasado; y empecé a pensar en aquellas personas que ya no están. Les descarté de inmediato bajo el pretexto -bastante cierto- de que si ya no están será por algo. 



A continuación mi mente se dirigió a aquellos que sí que están. Y, repentinamente, de ese grupo de personas a las que considero grandiosas por aguantarme en mis días buenos pero, sobre todo, en los malos, pasé a seleccionar las que quiero que no solo ocupen mi presente sino también mi futuro. 



Básicamente son todas las que ahora están; pero la vida me ha enseñado que muchas se acabarán yendo, o me iré yo, quién sabe. Lo importante es que todas aquellas almas forman parte de un todo, dejan su huella impregnada en la memoria y, para bien o para mal, forman parte de tu álbum de recuerdos. 



Me gusta pensar que tengo ciertas personitas que llevan varios años acompañándome en esta aventura. Comparten tus días, te acostumbras a tenerles todo el tiempo, llegáis a tal grado de complicidad que solo con una mirada ya sabéis en qué estado se encuentra la otra persona. 

A veces ocurre que conoces a alguien desde edades primitivas y desprenderte de esa persona te cuesta horrores. Habéis caminado, luchado y llorado juntas, hasta os habéis emborrachado juntas -con el alcoholismo extendido en estos tiempos, eso tampoco es difícil- y esa persona forma parte de aquellas con las que puedes ser tu mismo. Yo diferencio a esas personas porque, cuando quiero llorar, de esos llantos que más se parecen a tsunamis, me acerco a ella y las lágrimas brotan solas.



Si hay algo en esta vida que no quiero perder, es a ese grupo de personitas, cada cual tan especial como la anterior, que dan color, vida y alegría a los momentos más grises, que te acompañan día sí y día también, y que no dudan en cogerte el teléfono aunque sea la hora del gallo para darte dos o tres consejos que te solucionen la jornada. 





Lucha siempre por aquellas personas 
que sabes que lucharán por ti.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Y a ti, ¿qué te mueve?


Quiero compartir con vosotros esta canción. La habré escuchado sino mil, dos mil veces. Es de esos descubrimientos que de repente te pone una amiga en el coche y te transporta a lugares desconocidos. Te bajas del coche y media hora más tarde sigues cantándola -o intentándolo-. 

Me suele pasar. Descubro una canción y no puedo escucharla solo una vez. Necesito más. Pero supongo que eso nos pasa a todos. Siempre necesitamos más de lo que nos hace sentir. 



Una vez me hicieron una de las preguntas más complicadas y a la que me costó mucho responder: "¿Qué te mueve?" Me quedé con la misma cara de besugo que acabas de poner tú. ¿Cómo que qué me mueve? Sí, qué te mueve, qué te hace sentir algo, qué te emociona, qué te pone la piel de gallina. 

Estuve pensando durante años qué me movía. Supongo que cuando eres un adolescente pubértico, con más cambios de los que te gustaría, con las hormonas flotando a tu alrededor como moscas despistadas y con la ridícula idea de ser capaz de caminar sobre las aguas, entonces nada te mueve. Por lo menos, no lo suficiente. 



Es entonces, cuando creces, aunque sea físicamente -abogo por la juventud mental, por sentirse niño hasta el final de los tiempos- cuando te das cuenta de las pequeñas cosas que te hacen temblar. 

Tu canción favorita en la radio, la primera película que viste con Él, una visita inesperada de un amigo muy esperado, una noche de sushi, una broma amigable con amigas que tres días más tarde todavía te hace reír a carcajadas, la primera partida al GTA V... No sé. Hay tantas cosas... 

Lo peor de todo es que no somos conscientes del valor de ciertos momentos. No. No lo somos. No intentes decir que sí porque puedes estar viviendo el momento más emocionante de tu vida y no te estarás dando cuenta. Es más. No te darás cuenta del valor de tus vivencias hasta que dejen de ser vivencias y se transformen en recuerdos. 



La vida es así de traicionera. Pero también nos permite mirar atrás y ver lo bueno, únicamente lo bueno. 

Recuerdo la etapa del colegio. Por aquel entonces, cada vez que abría un ojo al son del despertador, pensaba que me esperaba el infierno. Peor que eso. El sótano del infierno. Ahora, años más tarde, paso por delante y me acuerdo de todas aquellas personas que compartían aquel cuarto de calderas conmigo. Me veo a mí misma con la falda verde-moco y la camisa de cuadros antitodoloestético, pero no recuerdo los interminables deberes, ni las insufribles clases de gimnasia modo corretodoloquepuedas y
hastaquenotemuerasnoparas. No. Recuerdo las risas tomando el sol, las notas entre pupitre y pupitre y los morenazos de un par de años más a los que veías tras las vallas fumándose un cigarro. 



Pensar en todo aquello. Eso también me mueve. 



Sin desacreditar al genio Bukowski, 
yo te digo que busques lo que te mueve, 
deja que te cale dentro, 
que te traspase la piel, 
que se cuele por cada poro 
y te emocione hasta doler. 

martes, 24 de septiembre de 2013

Rodéate de gente interesante

Muchos me han preguntado quién es Salem y por qué le busco. Carlos Salem es un escritor, poeta y periodista argentino. (Le podréis encontrar aquí: http://elhuevoizquierdodeltalento.blogspot.com.es/) ¿Os acordáis del famosísimo "No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza por eso de que sus caderas..."? Pues es suyo. Sí señor. Es el artífice de semejante obra maestra. 



Salem está en mi lista de gente interesante, cuánto más le leo, más me engancha. Y eso es lo que más me gusta de la gente. Que te enganche.

Hay personas que crean adicción. Pero no en un sentido romántico. Conoces a alguien y te resulta tan interesante que hablar con esa persona se convierte en toda una atracción de feria, de esas de las que bajas encantado de la vida. Te has reído, has disfrutado y has vivido una experiencia totalmente diferente. 


En estos años, y sobre todo en épocas pasadas de pubertad, he conocido a gente muy pero que muy aburrida. Igual que un filete sin sal. Sosos hasta decir basta, sin nada que contar ni nada que transmitir. Personas que, además, tienden a ser tóxicas ya que su vida les aburre tantísimo que deciden meter el hocico en historias ajenas para darle un poquito de emoción. ¿Típico, verdad?

Con los años aprendes. Aprendes a diferenciar a esas personas grises de aquellas que dan color y vida a tus días. Esas son las personas que realmente merecen tu tiempo. En algunas, incluso, descubrirás, si tienes suerte, a tu amigo kamikaze. Yo lo hice. 


La vida, dentro de sus retorcidas intenciones, coloca en tu camino a personajes de todo tipo. Digievolucionamos a sabios cuando aprendemos a diferenciar entre moscas cojoneras cuyo único cometido es tocarte las narices, y entre aquellos personajes que bien podrían haber salido de alguna serie americana ganadora de dos o tres premios Emmy

Rodéate de gente interesante, de gente guay. Gente que alegre tus días y tus noches. No tienen por qué ser amigos íntimos, ni siquiera amigos. Sencillamente tiene que ser alguien que tenga algo que contar sin parecer un tertuliano de Sálvame. 

Es una suerte encontrar a alguien capaz de recomendarte un buen libro, una película de esas que te llegan tan adentro que difícilmente salen, un lugar que nada tenga que envidiar al paraíso o, simplemente, que por lo que hace o por las cosas que le gustan, te pueda contar mil batallitas, dejándote con la boca abierta.



viernes, 20 de septiembre de 2013

Chicas, hablarme de amor

El otro día, después de la entrada sobre los enfados masculinos, mis amigas me preguntaron si odiaba a los hombres. 

Nada más lejos de la realidad.

Entonces me puse a pensar en el título de aquella película de Renée Zellweger y Ewan Mcgregor, "Abajo el amor" y lo que dice en una de sus escenas: 



- Como decía, la tesis del libro de Novak, "Abajo el amor..." es que las mujeres jamás serán felices hasta ser independientes como individuos logrando igualdad en la fuerza laboral.

- ¿Y cómo propone que las mujeres logren eso?

- Diciendo "abajo el amor". El amor es una distracción.

- Si las mujeres dejaran de enamorarse, se acabaría la raza humana.

- En lo absoluto. Dije que las mujeres deberían abstenerse del amor, no del sexo.

"El amor es una distracción"... Sí pero no. Es una distracción, efectivamente, pero es la mejor de las distracciones. El amor es dejar de pensar en ti para empezar a pensar en otra persona. Te distraes de ti misma, dejas el egoísmo a un lado para cuidar y proteger a alguien más. No porque esperes nada a cambio, sino porque te apetece. Te late. 



El amor es el mayor gesto de grandeza jamás inventado por el hombre. El amor es necesario. Es lo que nos arranca por las mañanas y nos da energía para superar lo que venga, las piedras y pedruscos que nos pongan en el camino.


El amor es fabricante de sonrisas. Te dibuja tal expresión de felicidad que hasta te duele el rostro. Tu campo de visión se reduce hasta que solo le ves a Él. Porque para nosotras, mujeres enamoradas, no es él. Es Él. Y para vosotros, hombretones que os negáis a aceptarlo, sabéis que Ella es Ella y que es muy difícil que haya otra como Ella. 


Si hay algo mejor que ver a una mujer enamorada, es ver a un hombre enamorado. Se convierten en niños pequeños, se les ilumina el rostro de ilusión, como la mañana de Navidad al ver el cúmulo de regalos bajo el árbol. Se transforman en caballeros de la tabla redonda, con su afán protector y los brazos preparados para abrazarnos si el momento así lo requiere -y cuando no lo requiere, también-. Se vuelven payasos porque no hay nada que les guste más que hacernos reír. Y cuánto más reímos más se enamoran. 



Por supuesto, la vida muchas veces nos da un guantazo y nos torna del revés. Pero hoy quiero hablar en positivo. Ya habrá tiempo para pensar en los diminutos, minúsculos e insignificantes desaires que trae consigo estar enamorada. 



Mi segunda entrada hablaba de la casualidad y pocos entendieron su correcto significado. No hablaba de casualidad vs. destino. Hablaba de la casualidad que te azota cuando te enamoras de alguien que, a su vez, también se ha enamorado de ti. Esa sensación de pertenencia, de saber que perteneces y te pertenecen, poco en la vida hay más placentero.

Tarde o temprano el amor llega. No hay que buscarlo. La grandísima mayoría de veces si buscamos podemos caer -y caeremos- en el error de confundirnos y de pensar que eso que tenemos es amor, cuando puede ser muchas cosas, pero amor, del de verdad, del que te derrite la sangre y sonroja tus mejillas, de ese no. 




El mejor tipo de amor es el que te permite 
ser tu mismo en brazos de otra persona. 







Para ellas.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Amigos kamikazes


Esta frase del genio Bukowski nunca me ha dejado indiferente. Encuentro la locura como una cualidad indispensable para ser alguien en la vida. La locura es una forma de valentía. Y aquí, en este mundo de trampas, de intereses y de personas que tiran piedras y esconden manos, la valentía y, por ende, la locura, son rasgos necesarios. 

Desde hace tiempo he encontrado la mejor forma de incluir esa pizca de locura a mi vida. Un amigo kamikaze. Pero, ojo! Hay muy pocos y son únicos en su especie.



Son seres inimitables. Puedes intentar parecerte a ellos, pero jamás conseguirás acercarte. Como las Rei Beri que venden los negritos por la playa: intentan ser Ray Ban, pero a la legua sabes que no son auténticas. Los amigos kamikazes, en cambio, sí lo son. 

Tienen el corazón tan inmenso como la risa que te provocan con un simple gesto. No te piden nada pero te lo ofrecen todo. Son agradecidos cuando tienes un pequeño detalle. Lo que para ti es insignificante; para ellos, un mundo. Aquí reside parte de su grandeza.



La otra parte reside en su humor. No tienen miedo a nada, y si lo tienen lo disimulan. Saben enfrentarse a sus temores con la mejor de las armas: la risa. Ellos sí que saben cómo divertirte y sacarte una sonrisa aunque tu cabeza esté dispersa. 

Los amigos kamikazes surgen de una infancia dura que les ha enseñado que las personas que te quieren de verdad lo harán siempre, pero que a lo largo de esta jodida realidad habrá quien finja quererte y pasará a encabezar la lista de cosas que te importan una mierda. 



Los amigos kamikazes son las personas de verdad. Sufren más que nosotros pero la felicidad les da de lleno. Son sensibles y saben apreciar el más bello de los atardeceres. No tienen reparo en llorar si les alejas de sus raíces.

Porque esa es otra. Los amigos kamikazes tienen raíces. Tienen un lugar al que consideran "casa". Como cuando eres pequeño y juegas al pilla-pilla y el único sitio seguro es "casa". Ellos tienen uno de esos. Un lugar donde se sienten seguros y libres de poder ser ellos mismos, rodeados de aquellos que les quieren. De verdad.




Si tienes un kamikaze no lo pierdas, cuídalo porque va a necesitar que le cuides, protégelo como él te protege a ti, y ríete con él, en vuestra risa al unísono encontrarás algo parecido a la felicidad absoluta.