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martes, 7 de enero de 2014

De la teoría a la práctica


Lo de que te den un buen consejo es una suerte. Tener amigos que sepan qué decirte en el momento apropiado resulta todo un lujo. Pero, ¡qué difícil es pasar de la teoría a la práctica! Sobre todo en cuestiones del corazón.

Os cuento. Típica bronca. Típica en nosotros, porque en otros sería el principio del apocalipsis. Pero supongo que así somos, caóticos e incoherentes pero también apasionados y enamorados. O así es cómo yo lo veo. Porque lo que está claro es que aunque miremos lo mismo, no siempre lo vamos a ver igual. 



A lo que iba. Me dice una amiga que le haga caso a la razón, pero parece que hablamos idiomas diferentes, porque nunca consigo entenderla del todo. Me dice que vaya por un camino y voy yo y tomo otro, y me equivoco, y me cuesta horrores levantarme. Pero me levanto y sigo sin hacerle ni puto caso a esa que se llama razón y, como su propio nombre indica, parece saber siempre por dónde ir. 

Y es que sigo sin saber por qué tengo que pensar antes de actuar. 

En el fondo nos gusta ser un poco animales. Actuar por instinto. Pensar menos e intervenir más. ¿Acabaremos devorados y nuestros huesos repartidos por la sabana del Serengeti? Probablemente. 



Y es que te dan consejos. Te ponen manuales enteros de teoría encima de la mesa y tú tienes dónde elegir. Cuando despiertas del letargo que produce escuchar una tras otras las lecciones de vida, te das cuenta de que no vas a hacer ni lo uno ni lo otro. Que no te da la gana. Que prefieres ir pisando ascuas si crees que después hay una playa de arena blanca y agua transparente. 

Pero te estás volviendo a equivocar. Ves lo bello de las personas y poco a poco, a medida que te acercas, te van dando más por saco. Hasta que sobrepasas el umbral del dolor. Y duele. 



Y entonces te vuelven a dar consejos. Te aconsejan, no coaccionan. La coacción es una cosa muy fea que te hace parecer más un policía que un amigo. No nos engañemos. Ninguno hacemos caso. A lo mejor, a la larga, acabas pensando que tendrías que haberlo hecho. Y siempre hay alguno que te suelta aquella majestuosidad de "te lo dije"

Sí, sí, me lo dijiste y no te he hecho ni puto caso porque, ¿y si te equivocabas? Te hubiera culpado toda la vida. Pero, por norma general quien te aconseja no se equivoca. Tiende a tener razón, simplemente porque lo mira de forma objetiva y deja los sentimientos fuera de escena. Pero como no le vas a hacer ni caso, ¿qué mas da?




Ajá! Son los malditos y puñeteros sentimientos los que nos impiden tomar el camino correcto. Bueno, correcto. Si lo reflexionamos cual filósofo experimentado, nos preguntaremos quién establece qué es lo correcto

Vamos a ver, en una pelea. Estás hasta las narices de discutir, porque después de una tras otra te aburres, bostezas y se te taponan los oídos con tal de no seguir escuchando tonterías. Y yo me pregunto ahora: ¿Cuándo es el momento de parar?

Hagamos caso a mi amiga. Utilicemos la razón. Silencio, está hablando. No. Nada. Yo no oigo nada. Ah sí. Puerta. Sí, ese es el camino que la razón siempre te señala con luces de neón. Exit. Salida.


La razón tiende a aconsejarnos que despachemos todo lo que no nos hace bien. Pero seguimos andando sobre ascuas, pensando que se tendrán que enfriar en algún momento. Queremos mantener ciertas cosas, a ciertas personas, ciertos elementos. ¿No deberíamos? También. Pero los consejos se toman o no, y eres tú quién decide qué hacer con ellos. 

lunes, 23 de diciembre de 2013

Todo lo que te hubiera dicho

El otro día se coló en mi lista de spotify una canción que me hizo volver al pasado. Recordé cosas, pensé en momentos en los que hacía tiempo que no pensaba y sonreí como una niña con una piruleta. Todo eso en los tres minutos y pico que dura la canción. 

He estado pensando en lo que me diría a mí misma si pudiera volver atrás a lo Marty McFly...


Deja de enamorarte del primero que pasa. Eso que sientes no son mariposas, son retortijones de tanta comida basura. Deja de intentar hacer felices a otros, y sé feliz tú. No vale con poner buena cara y aguantar lo que te echen. No te conformes. Sobre todo eso, no te conformes. 

Lo que ahora entiendes como el mayor drama de tu vida, no es ni una pequeña parte de lo que vas a tener que pasar. Pero recuerda, no llueve para siempre y todo lo malo pasa. Sé tú misma en las buenas y en las malas, porque solo tú podrás sacarte de los líos en los que te metas. 


Cuando tienes algo que ganar, siempre te arriesgas a perder. Pero merece la pena arriesgarse. Porque quien no arriesga, no gana, y eso es totalmente cierto. 

Lo de que la gente pasa y deja huella, también cierto. Aunque a ti las huellas te las dejarán a fuego, pero de nuevo, todo pasa. La vida no es fácil, ni para ti ni para nadie. Hay que vivirla con todo lo que tenemos. Agarra el primer arma que encuentres pero elige bien con quién usarla. Ni tanto ni tan poco. No puedes ir desprotegida pero tampoco atacar a todo el que se te acerque. Lo de ladrar al prójimo no está mal, pero si sabes cuándo parar. 


Las películas nos evaden, nos hacen alejarnos de nuestra propia vida para implicarnos en la de otra persona, pero hay que saber diferenciar entre ficción y realidad. Los únicos príncipes con los que te vas a encontrar son los que ya tienen la corona puesta. 

En esta vida, si hablamos de confianza mejor decir que "da asco", antes que decir que "es ciega". Guárdate parte de ti para ti misma. No lo des todo a la primera de cambio, ni al primero que pase.   


Cometer errores está bien, más que bien. De ellos se aprende. Dicen que los humanos somos los únicos animales que tropezamos dos veces con la misma piedra. Tú tropezarás dos, tres y cuatro, pero de cada caída aprenderás, y lo más importante, te volverás a levantar. 

Quiere todo lo que tengas aunque no tengas todo lo que quieres. Con el tiempo tus necesidades cambian y también lo que otros necesitarán de ti. Aprende a diferenciar entre los que te quieren por ti y los que te quieren por lo que les das. A los primeros tenlos cerca, a los segundos no les des nada, se irán por su propio pie. 


Quiere con locura pero ama con sensatez. Nadie te va a querer más de lo que te quieras tú a ti misma. Así que ya puedes ir empezando. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

De ladridos va la cosa

Me he acordado hoy de aquello que me sucedía cuando iba con mi madre andando por la calle y se cruzaba un perro. Cuando eres pequeño, no solo de edad, sino de tamaño, cualquier bicho de cuatro patas se asemeja más a un Tyrannosaurius Rex (T-Rex para los amigos) que a cualquier otra cosa. Yo era de esas que veía un perro y me escondía tras las faldas de mi madre (faldas, faldas no, mi madre siempre ha sido mujer de pantalones). "Tiene más miedo de ti que tú de él", me decía. Ingenua yo, respondía siempre: "¿Y por qué me ladra entonces?"



Ella no sabía responder. Ahora, con unos añitos de más y algo de perspicacia de menos, me he dado cuenta que no solo los perros ladran cuando tienen miedo. Nosotros también. Cuando algo nos aterra o nos infunde cierto respeto tendemos a ladrar. A atacar con todas nuestras fuerzas. 

Supongo que es una forma de defendernos. "La mejor defensa es un buen ataque", dicen por ahí. Algún chino, seguro. Ahora son todo proverbios chinos. 


En fin. Atacamos. Tal cual. Tenemos miedo a lo desconocido, nos armamos hasta los dientes con lo que sea que encontramos por casa y nos lanzamos al vacío. Lo mismo pasa con las personas. Cuando nos adentramos en el inexplorado mundo de las relaciones no lo hacemos sin defensa alguna. Chaleco salvavidas, balas de fogueo, bengalas, radiobaliza y hasta botiquín. Todo y más.

Nos protegemos detrás de una armadura medieval antes de comenzar cualquier relación. Sea del tipo que sea. For example. A la hora de trabajar algunas personas se enfundan los tacones para sentir que viendo el mundo desde arriba tienen cierta ventaja. Otros, a falta de tacones se esconden tras monturas de culo de vaso que les hacen sentir más como Clark Kent que como Pepito Pérez. (Todo eso está muy bien. Pero al final vas a seguir siendo Pepito Pérez, con o sin gafas)



Ladramos. Constantemente. Lo peor es cuando dejamos de ladrar en soledad y empezamos a hacerlo en compañía, dirigiendo nuestros guau y nuestros ruf hacia otro ser pensante. Generalmente (más general que mente), nuestros ladridos impactan en aquellas personas a las que queremos. 

Es así. Cuanto más quieres, más ladras. Y ladras porque, de nuevo, tienes miedo. En otras palabras: estas cagao. Querer no es fácil, de eso ya hemos hablado. La parte más difícil llega cuando dejas de ser Miss Independent y te conviertes en No sin mi... lo que sea. 



Hay personas que viven bajo el lema: "Mejor prevenir que curar", pero lo que no saben es que siempre, siempre, acabas curando. 

Todo lo bueno tiene su parte mala. Tomarte un caramelo calma tu ansia de azúcar, pero tiene como consecuencia la alta probabilidad de tener caries. Así con todo. En serio. Amar tiene su parte increíblemente buena. Alguien con quien compartes la pasta de dientes (lo del cepillo va más en la línea de "la confianza da asco"), con quien compartes tus emociones, tus mejores historias, horas de avión y ratos de sueño. 

Pero como pasa también con el devenir de los días, llega la tormenta. El cielo nos regala rayos y truenos y nosotros, cuando llegan los problemas, ladramos, rebuznamos y rugimos. All at once. Todo en uno. A ninguno nos gusta que las cosas no vayan en la dirección que queremos, pero muchas veces, en los desvíos se esconden las mejores historias; igual que, si sois fuertes, después de las peleas, vendrá la mejor parte: las reconciliaciones. 




viernes, 22 de noviembre de 2013

Romeo y Julieta sí son de este planeta

Ya no se escriben cartas de amor. Ni se mandan ni se piensan. Ni siquiera se escribe nada. Nos hemos emoticonizado. Nos hemos olvidado de las palabras, de lo bonito que es un te quiero escrito sobre papel, y lo hemos sustituido por un bichejo amarillo con corazones en vez de ojos. Muy romántico no es. 

Ya no decimos lo que sentimos, preferimos tirar de emoticono y allá el otro con la interpretación. ¡Uy como te confundas y en vez de un corazón pongas una caca con ojos! 

Eso no es vida, señores. Los sentimientos hay que sentirlos primero y transmitirlos después. Como hacían antes. No sé si nos hemos olvidado de sentir o de transmitir. Espero que sea lo segundo. 

Ahora las cartas solo se escriben y se reciben cuando uno de los dos viste de verde camuflaje y se encuentra en territorio hostil. O, en su defecto, si se llama John.




De igual forma, antes los amores molaban más. 

Si os fijáis en los grandes amores de la historia, todos acaban en tragedia: Romeo y Julieta, Tristán e Isolda, Lennon y Yoko Ono, Jack y Rose, Cleopatra y Marco Antonio, Noa y Alli, Kiko Rivera y Jessica Bueno... Ni siquiera Humphrey Bogart e Ingrid Bergman acabaron bien. Ella se fue y él se quedó ahí, plantado, mirando como la mujer de su vida se marchaba. Una tragedia. 

Los grandes amores acaban en tragedia. Vale. Entendido. Si quieres vivir una gran historia de amor, vívela, pero nada ni nadie te aseguran un final feliz. Eso sí, te vas a encontrar con un final de película, pero de Hollywood, no de Disney. 

¿O no?



Quiero hablaros de una pareja, de mi pareja favorita. Mi tragedia favorita. Su historia bien podría estar nominada al Óscar a mejor guión, mejor interpretación masculina y hasta mejor banda sonora. Todo el pack. 

Pero no.

Ellos son reales. Reales como la vida misma, como la pantalla que tienes ante ti y como tú mismo. Quizá más. ¿Sabes? Siempre fueron mi pareja preferida. Eran de esos que discutir les veía siempre, y besarse más bien poco. Pero preferían antes el "contigo" que el "sin ti". 


Quienes les conocen dicen que es la historia interminable. Pase lo que pase siguen ahí. Y a mí, de verdad, que me tiene alucinada. Empezaron mal, desconfiando el uno del otro, con gritos y whatsapps de esos infernales que deberían estar censurados. Pero se quieren... ¡Válgame Dios si estos dos se quieren! 

¿Sabéis cuando ves a dos personas mirarse de tal forma que parece que no existe nada a su alrededor? Sí no lo sabéis es porque todavía no les conocéis. Eso está claro.



Yo les conocí una noche de verano. 

Ella era de esas tías listas que canta en el coche a todo tren y que sabe más por lo que ha visto que por lo que ha vivido. Él había visto mundo, un mundo que luego pondría a sus pies. Desde Kenia hasta San Francisco. Ella era un ángel, un sol, y todas las cosas buenas que se podrían ser. Él, lo que tenía de bueno lo tenía de loco. Era una locura de las buenas, de las que achispan la vida y sazonan el alma. 

Él se conocía todos sus pijamas, pero no por dormir con ella, sino por visitarla en mitad de la noche. Ella sabía como hacerle feliz. Y cuánto más feliz era él, más feliz era ella. Se miraban como nunca he visto a nadie mirarse. Tenían la seguridad de saber que ninguno de ellos soltaría la mano del otro. Complicidad absoluta.



Les pregunté una vez cuáles eran sus planes. No supieron responderme. Simplemente se miraron, sonrieron y callaron. En ese momento entendí que el futuro no importaba, mientras que estuvieran juntos. Por algo dicen eso de que para Adán, el paraíso era donde estuviera Eva. 

Él sí escribía cartas. Y ellas sí las leía. Las guardaba en la mesilla de noche, dentro de un sobre con su nombre. Cuando le pregunté por qué ahí, me dijo que lo que guardamos en la mesilla nos identifica. 

No sé dónde estarán ahora ni qué estarán haciendo. Ser felices, espero. Tampoco sé hasta dónde llegarán, si se casarán, tendrán hijos, nietos y tumba compartida. Lo que sí sé es que vivir una tragedia así merece la pena. 



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Por ti, todo

Me gusta la idea de no madrugar. Te permite acostarte tarde, lo que significa quedarte hasta las mil haciendo todo tipo de cosas no productivas. Yo aprovecho mis horas de no-sueño para ponerme al día con Breaking Bad o volver a tragarme todas las películas de mi disco duro. Ayer noche fue el turno de "Notting Hill".


"Y no olvides que solo soy una chica delante de un chico pidiendo que la quiera". ¡WOW! Siempre me pone la piel de gallina. Pero no sólo eso. En aquella escena Roberts es la que toma el paso, ella toma la iniciativa. Porque le quiere. Punto. Sin más. 

Da qué pensar. Tras comentárselo a mis amigas y en pleno proceso de investigación, llegué a la conclusión de todo lo que hacemos nosotras por Ellos. Sea en la fase conquista o en fases posteriores, nosotras cuando queremos, queremos bien, sin barreras ni conjunciones adversativas, sin límites. 



Ojo! No estoy sacando mi vena feminista, ni diciendo que Ellos quieran peor, o que directamente no quieran. No. Creo que atrás quedó todo aquello de que sean Ellos los que den el primer paso y todos los restantes. ¡Porrrr favor! Serán hombres, pero también son humanos. 

Necesitan tener la seguridad de que sus esfuerzos tienen su fruto. Como en "Notting Hill". Grant tiene miedo. Está cagao. Ha sufrido y no quiere sufrir más. ¿A cuántos conocéis con el corazón partio, como diría Alejandro Sanz? Yo, a varios.



Ellos también se cierran dentro de su propio mundo interior. Y cuando eso ocurre solo aquellas que lleven el distintivo de Ella podrán sacarles. 

Querer no es cosa fácil. Tiene sus riesgos. Pero igual que los tiene para nosotras, los tiene para Ellos. Tal vez las normas sociales dicten que sea el género masculino el que dé el primer paso. Pero, ¿por qué no podemos nosotras iniciar el juego? Ya no sólo iniciarlo, sino continuarlo. Ellos no moverán ficha si ven que nosotras ni siquiera hemos tirado el dado. De eso no hay ninguna duda. 

Abogo por el movimiento femenino. Por que hagamos lo que nos plazca. ¿De qué sirve mostrar una cara de nosotras mismas que no existe? Tarde o temprano lo van a descubrir. 



Tal vez Ellos no lloren a moco tendido delante de una película de Julia Roberts, Ryan Gosling o Harrison Ford, con una tarrina de las grandes de Ben and Jerrys. Pero también sufren, también sienten como las paredes de su cuarto se estrechan. Aunque su técnica de desahogo sea más violenta, también lo necesitan. 

Cógele la mano aunque no te lo pida. Regálale flores aunque pienses que eso es cosa nuestra. Llámale al despertar. Y abrázale cuando tenga un mal día. Lo necesitará. 





Yo quiero que me quieras a tu manera
aunque lo digas poco y lo sientas todo el tiempo
aunque nunca me escribas un poema
(Carlos Salem)


lunes, 4 de noviembre de 2013

Buscando el equilibrio

Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. Tengo un hueco en la cama que lleva tu nombre y un cajón en el armario donde solo caben tus calcetines. Tengo medio depósito de gasolina y me sobra uno entero de diésel. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos.



Tengo los zapatos viejos, los vaqueros rotos y las camisas sin botones. Tengo el cenicero hasta arriba y las ventanas abiertas por donde se cuela el viento aullando tu nombre. Tengo la televisión encendida con el sonido en silencio. Tengo lágrimas que saben a mar y el mar a más de trescientos kilómetros. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos.

Tengo tanto sueño que me duermo de pie. Tengo una carta a medias, un sobre rasgado por la mitad y un sello sin pegar. Tengo los ahorros en un tarro de galletas que alguien se comió por accidente. Tengo la botella de vino, las velas y la cena, pero me faltas tú sentado en la mesa. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 



Tengo la convicción de que si grito apareces. Tengo los pétalos de las últimas flores que me regalaste esparcidos por el suelo y una escoba que no barre por miedo a llevarse algo más que polvo. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 

Tengo pelusas debajo de la cama y algún calcetín que olvidaste a deshora. Tengo la cabeza llena de recuerdos que incrustaste en mi mente. Tengo un sábado de lluvia con ganas de lunes. Tengo un reloj que no marca la hora y un calendario sin trece. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos.


Tengo acordes de Santana y letras de Extremo. Tengo tu cuaderno de notas y todas las disculpas que quepan entre sus páginas. Tengo tu firma en mi espejo. Tengo todo el tiempo del mundo para pasarlo contigo. Tengo billetes a ninguna parte y un abono transporte para cruzar el Atlántico. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 

Tengo confesiones por un tubo y declaraciones de amor a mansalva. Tengo más de dos minutos y tantas vidas como un gato. Tengo ideas de bombero. Tengo más imaginación que John Lennon y tanto arte como un escarabajo pelotero. Tengo alas para irme y ninguna gana de volar lejos. Tengo más ganas de verte que de comer con las manos. 



lunes, 28 de octubre de 2013

Amor vincit omnia

Creo que hay muchas formas de quererse. No hay un manual, ni unas normas básicas que puedas seguir o ir de rebelde e ignorarlas. Cada uno elige su propio estilo, su propia forma de querer. Cada una es válida e inimitable. Única. Cuando dicen aquello de "cada relación es un mundo", tienen razón.



Hay quien opta por cubrir a la otra persona de regalos, de obsequios materiales que siempre hacen ilusión. Hay otros detallistas que prefieren las pequeñas cosas, como calcetines de colores.


Los hay que discuten porque saben valorar la magia de la reconciliación. Otros no discuten nunca. Creo que esto es un error. Hay que discutir. (Chicas, gritad. Chicos, pasad de todo). Es una de las claves para que las relaciones funcionen. Ya te lo advierten en Little Manhattan: "Todas las cosas que no dije, me estaba ahogando en ellas". Pues eso. No os ahoguéis


Hay quienes disfrutan de una noche de lluvia bajo una manta, con un capítulo -ó 3 ó 4- de The Walking Dead. Otros prefieren irse de copas (o de gintonics, que ahora están muy de moda) y bailar como si fueran los últimos invitados de una boda gitana. Hay también quienes prefieren cenar fuera y quienes prefieren llamar al japo de turno. 


Hay quienes están un mes y pico sin verse y quienes no aguantan ni cinco días sin sufrir síntomas de psicosis. Otros se tragan la saga entera de Crepúsculo con comentarios del director incluidos. 


Hay quienes llaman siempre y otros que no llaman nunca. Los hay, también, que hablan del futuro y otros que no necesitan hablarlo. Están los que piden entrante y los que prefieren postre, siempre para compartir. 


Hay amores en los que conduce Ella y otros en los que conduce Él. Los hay que te acompañan al coche y otros que no se duermen hasta escucharte llegar. Hay quien te da la mano en la calle y quien lo hace en la intimidad.  



Están los que tuvieron un comienzo de cuento de hadas y los que acabaron comiendo perdices. Los hay que dan sorpresas sin motivo y los que no lo necesitan. Hay quien prefiere las palabras con actos o los actos sin palabras. Pero siempre actos.



Hay tantos tipos de amores como tipos de personas. Alguien me dijo esto una vez. No lo olvidaré nunca. Y dejas de pensar en lo que creías que te faltaba porque estás muy ocupado enamorándote de todo lo que tienes. 






Amor vincit onmia - Love conquers all - El amor todo lo puede

martes, 22 de octubre de 2013

De pupitre y almohada

He aprendido que más vale tarde que nunca y que las segundas oportunidades son las últimas. Que la confianza que se pierde muy pocas veces se gana y que no se debe confiar en quien más confías. 

He aprendido que mejor solo que mal acompañado pero que la compañía siempre es necesaria. Que la soledad está bien pero que emborracharse de ella trae la peor de las resacas.



He aprendido que no debemos darnos por vencidos y que el te quiero, a la cara, suena mejor. Que el whatsapp lo carga el diablo y que déjate de mensajes y hazme una visita.

He aprendido que el color rosa no siempre es de chica y que a ellos también les gustan las mariposas. He aprendido que cualquier cena sabe mejor si la comes con las manos y que los palillos no sirven para nada. 


He aprendido que en el amor más vale ser honesto y que mirando a los ojos siempre surge la risa. Que los miedos se van si tienes quien te proteja y que los traumas dejan de ser traumáticos si cierras los ojos.

He aprendido que la vida es p*** y te quita lo que más quieres, pero que te deja vivir de los recuerdos para que no te sientas tan solo. He aprendido que los perros también tienen custodia compartida. 


He aprendido que quien apuesta por ti estará siempre y que quien no lo hizo no lo hará nunca. Que lo más antiguo no tiene por qué ser lo mejor pero que lo que dura será bueno siempre.

He aprendido que la vida se disfruta más sonriendo y que para llorar siempre tenemos las películas. Que toda decisión tiene su coste de oportunidad y que todo tiene que valer la alegría, no la pena.


He aprendido que el karma is a bitch pero que si siembras, recoges. Que la suerte puede estar de tu lado y que las suites de los hoteles también pueden ser baratas.

He aprendido que el dinero no lo compra todo y que los abrazos no se pagan con dinero. He aprendido que el dolor es inevitable pero que sufrir es opcional. 


He aprendido que para que haya luz se necesita oscuridad y que sin momentos malos no valoraríamos los buenos. He aprendido que hay personas que cambian, sin ticket ni etiqueta.

He aprendido que los viajes en coche no tienen por qué ser aburridos y que el postre con dos cucharas tiene mejor sabor. 


He aprendido que me queda mucho por aprender

jueves, 17 de octubre de 2013

Lo que ella fue

Hace tiempo que no pensaba en ti. Me has dado una tregua en este maldito despropósito de joderme todo lo que hago, lo que digo y lo que pienso. Me has dado tiempo para reconstruirme, empezar de cero, volver a nacer. Pero aquí estás otra vez. 



Me pregunto si seguirás durmiéndote con la cara pegada al teclado del ordenador y si seguirás despertándote a cuadros. Si te sigue gustando el chocolate blanco más que cualquier otra cosa y si sigues pensando que el pescado está mejor siendo pez. 

Quisiera saber si sigues leyendo novelas rosas y si habrás encontrado a tu príncipe azul. Si tus zapatos siguen estando tirados en el armario y si continuas metiendo los pantalones en la secadora para que encojan antes de una noche de viernes.



Me pregunto si sigues echando de menos las noches de desvela, las películas de Disney y las cenas a deshora. No sé si te acordarás de los viajes, de los trenes a Hogwarts y de los helados de cinco bolas. Yo los recuerdo todos. 

Me pregunto si te sigue gustando más la playa que la montaña y si sigues diciendo a la gente que veraneas en una isla. Si sigues viendo todas las telenovelas que echan en Nova y si sigues pensando que madrugar es cosa de marcianos.



Me pregunto si sigues comiéndote solo los m&m marrones porque "son más naturales", y si sigues atiborrándote a gimnasio. Si sigues pensando que te pareces a aquella actriz de cine y si las alitas de pollo te siguen recordando a nuestra infancia.

Creo que no quiero saber de ti. Duelen las despedidas pero duele más no haberlas tenido. Me pregunto si tu pensarás lo mismo, si sigues igual de morena y si tu coche sigue rugiendo en plena sabana africana.



Quisiera decirte tantas cosas. No he pensado en ti, no he querido hacerlo. Duele la ausencia de quien una vez fuiste, no de quien eres ahora. Me pregunto si algún día leerás esto, o harás como con aquella biografía de Marilyn que seguramente siga en el asiento trasero de tu coche. 

No recuerdo bien la última vez que te vi, ni hace cuánto fue. Tampoco me acuerdo de lo que te dije ni si te di un beso antes de irme, irte o irnos, o si fue un abrazo de esos que transmiten vida.

Me pregunto tantas cosas. Y sé que tú ninguna. Me dijeron una vez que me abrazara a quien me abrace, y tú dejaste de abrazarme hace tiempo. 


lunes, 14 de octubre de 2013

Declaración de intenciones


Copiando a Neruda, yo también puedo escribir los versos más tristes esta noche, puedo escribir que le quiero, que mi estado de humor depende de su sonrisa y que sus palabras bien son puñales o pueden convertirse en leves caricias. 

Sus manos son mejor sensación que las sábanas frías y me gusta su boca tanto como despertarme tarde. Puedo imitar a Salem diciendo que por verle feliz me marcharía, pero que para hacerle feliz permanezco, pero sería una mentira, como otras tantas que se dicen. 



Soy demasiado egoísta como para irme de su lado y dejar que otra persona ocupe un lugar que únicamente a mí me pertenece. Soy egoísta y me enorgullezco, no quiero que nadie más que yo acaricie los rizos que terminan en su nuca, ni sienta sus manos grandes sobre su cuerpo. Soy egoísta y lo digo porque así lo siento. 

Podría pasarme horas hablando de su cuerpo, de su sonrisa burlona de niño pequeño, de su nariz torcida por un golpe del destino y de sus ojos oscuros. 



Sus ojos no son nada del otro mundo, aunque proceden de otro planeta. Su mirada me mata y por ella mataría. No hay nada de diferente que le haga tan especial, pero es por Él por quien despierto y con Él vuelvo a soñar. 

La peor sensación es sentir el vacío que deja cuando se va, y el mejor sonido del mundo es escucharle llegar, en un coche grande para que quepa todo Él, delgadito con el corazón de elefante. 

Con un "adiós princesa" se despide, dejándome en la ventana, esperando que vuelva a pasar y, en algún momento, no vuelva a irse jamás. 

Soy egoísta y le quiero solo para mí. Le secuestraría. A él, a su perro, a sus camisetas blancas y a sus vaqueros rotos. Todo él. Lo dijo Benedetti, yo lo leo y lo releo y solo pienso en Él. Porque Él existe donde quiera pero existe mejor donde le quiero.



martes, 1 de octubre de 2013

Compañeras de todo un poco

Me gusta darme un paseo por los blogs. Conocer qué quieren decir otros es la mejor forma para encontrar la inspiración para lo que quieres decir tú. En esta búsqueda, me topé con Café Desvelado. Hablaba de los veintitantos, de lo que ocurre cuando alcanzas esa franja temporal que abarca desde los veintipocos, casilla en la que me encuentro.  


"El círculo de amigos se ha reducido en número pero aumentado en calidad"

Después de leerlo, miré mi retrovisor personal, aquel que me lleva al pasado; y empecé a pensar en aquellas personas que ya no están. Les descarté de inmediato bajo el pretexto -bastante cierto- de que si ya no están será por algo. 



A continuación mi mente se dirigió a aquellos que sí que están. Y, repentinamente, de ese grupo de personas a las que considero grandiosas por aguantarme en mis días buenos pero, sobre todo, en los malos, pasé a seleccionar las que quiero que no solo ocupen mi presente sino también mi futuro. 



Básicamente son todas las que ahora están; pero la vida me ha enseñado que muchas se acabarán yendo, o me iré yo, quién sabe. Lo importante es que todas aquellas almas forman parte de un todo, dejan su huella impregnada en la memoria y, para bien o para mal, forman parte de tu álbum de recuerdos. 



Me gusta pensar que tengo ciertas personitas que llevan varios años acompañándome en esta aventura. Comparten tus días, te acostumbras a tenerles todo el tiempo, llegáis a tal grado de complicidad que solo con una mirada ya sabéis en qué estado se encuentra la otra persona. 

A veces ocurre que conoces a alguien desde edades primitivas y desprenderte de esa persona te cuesta horrores. Habéis caminado, luchado y llorado juntas, hasta os habéis emborrachado juntas -con el alcoholismo extendido en estos tiempos, eso tampoco es difícil- y esa persona forma parte de aquellas con las que puedes ser tu mismo. Yo diferencio a esas personas porque, cuando quiero llorar, de esos llantos que más se parecen a tsunamis, me acerco a ella y las lágrimas brotan solas.



Si hay algo en esta vida que no quiero perder, es a ese grupo de personitas, cada cual tan especial como la anterior, que dan color, vida y alegría a los momentos más grises, que te acompañan día sí y día también, y que no dudan en cogerte el teléfono aunque sea la hora del gallo para darte dos o tres consejos que te solucionen la jornada. 





Lucha siempre por aquellas personas 
que sabes que lucharán por ti.